DE NUEVO GOBIERNO DE LA UE

De comisarios a grandes ejecutivos

El "caso Bangemann" es excepcional, el grueso de los ex miembros de la Comisión sigue en político

Martin Bangemann no ha sido el primero, pero es el único que se ha dado tanta prisa y que tiene, además, la intención de seguir dedicándose a lo mismo, las telecomunicaciones, sólo que desde el sector privado. Por eso, los Quince confirmaron el viernes su decisión, sin precedentes en la historia comunitaria, de denunciarle ante el Tribunal de Justicia. El comisario alemán que ostentaba la cartera de Industria y Telecomunicaciones, y que la semana pasada se dejó contratar por Telefónica, ha seguido la pauta marcada por varios miembros del anterior Ejecutivo comunitario que, tras dejar Bruselas...

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Martin Bangemann no ha sido el primero, pero es el único que se ha dado tanta prisa y que tiene, además, la intención de seguir dedicándose a lo mismo, las telecomunicaciones, sólo que desde el sector privado. Por eso, los Quince confirmaron el viernes su decisión, sin precedentes en la historia comunitaria, de denunciarle ante el Tribunal de Justicia. El comisario alemán que ostentaba la cartera de Industria y Telecomunicaciones, y que la semana pasada se dejó contratar por Telefónica, ha seguido la pauta marcada por varios miembros del anterior Ejecutivo comunitario que, tras dejar Bruselas, desempeñan puestos directivos en grandes multinacionales.

Curiosamente, son, sobre todo, los ex comisarios de países pequeños los que más éxitos empresariales han cosechado. El irlandés Peter Sutherland, que ostentó entre 1985 y 1988 la cartera encargada de velar por el respeto de la libre competencia, está ahora al frente de una de las mayores multinacionales del mundo, British Petroleum-Amoco. Su sucesor, Ray MacSharry, tiene un empleo más modesto en la dirección de la compañía aérea Ryan Air.

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Otro de los mejor librados, por el tamaño de la empresa que encabeza, es el luxemburgués Gaston Thorn, que fue presidente de la Comisión a principios de los ochenta y que ahora preside la Compañía Luxemburguesa de Televisión, cuyas ramificaciones se extienden más allá de las fronteras del Gran Ducado.

También, en alguna ocasión, los comisarios de Estados grandes han conseguido cargos lucrativos. Tras abandonar la presidencia de la Comisión en 1981, el británico lord Jenkins dejó pasar tres meses antes de incorporarse al banco Morgan Grenfell mientras su compatriota lord Tugendhat accedía a la presidencia del Abbey National Bank.

En la banca está también desde 1995, aunque sólo como mediadora con la clientela de la Société Générale de Francia, la ex comisaria francesa de fiscalidad, Christiane Scrivener. Otro francés, François-Xavier Ortoli, resultó en 1984 mejor colocado al abandonar la vicepresidencia del Ejecutivo europeo: obtuvo la presidencia de la petrolera Total de la que ostenta aún un cargo honorífico.

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Caso parecido

El caso más parecido al de Bangemann es, probablemente, el del belga Étienne D'Avignon. Desde 1977 hasta 1985 perteneció a la Comisión, de la que fue al final vicepresidente, y desde ese cargo pasó sin transición a la dirección del que era entonces el primer banco de su país, la Société Générale de Belgique. Ahora lo preside. Hay, sin embargo, dos diferencias sustanciales entre Bangemann y sus predecesores. La primera es que ninguno de ellos aceptó, al menos públicamente, un puesto en el sector privado siendo aún miembro del colegio de comisarios.

Junto con los demás comisarios, Bangemann dimitió en marzo nada más publicarse el informe del Comité de Sabios que recriminó la mala gestión del Ejecutivo europeo. Estaba, sin embargo, obligado, según el artículo 201 del Tratado de Amsterdam, a seguir despachando los asuntos ordinarios hasta que fuese sustituido. Previsiblemente, lo será en septiembre, cuando la nueva Comisión obtenga la investidura.

La segunda diferencia entre Bangemann y los demás es que el comisario alemán ha aceptado ser adjunto al presidente de Telefónica, Juan Villalonga, un cargo directamente relacionado con la cartera de Telecomunicaciones que desempeñó en Bruselas.

Sus predecesores, que formaron parte de ejecutivos comunitarios con muchas menos competencias -no habían entrado en vigor los tratados de Maastricht y de Amsterdam-, no cayeron en ese conflicto de intereses.

El tratado también estipula que, cuando concluya su mandato, los comisarios deberán actuar con "honestidad y discreción en cuanto a la aceptación (...) de determinadas funciones o beneficios".

La fórmula es vaga, pero ha dado pie a los embajadores de los Quince en Bruselas para denunciar a Bangemann, de 64 años, ante el Tribunal de Justicia de la UE por haber incurrido en un conflicto de intereses. Una condena podría suponer la pérdida de la pensión de 1,23 millones de pesetas mensuales netas, el equivalente a la mitad de su sueldo como comisario.

Una semana antes, los colegas de Bangemann le habían suspendido en sus funciones, pero no quisieron llevarle ante los tribunales. "Es posible que la indulgencia de alguno de ellos se explique porque también baraja continuar su carrera en el sector privado", comenta con ironía un diplomático español.

La dureza de los embajadores tiene mucho que ver con los tiempos que corren. Las denuncias de corrupción publicadas por la prensa y el informe del Comité de Sabios han creado un clima en el que difícilmente se podían quedar de brazos cruzados ante el comportamiento de Bangemann.

A pesar de las apariencias, la carrera empresarial seduce a pocos comisarios. La mayoría vuelve a la política local, nacional o europea, como diputados de la Eurocámara, o asumen la dirección de una fundación dedicada a la integración comunitaria, cuando no montan la suya propia, como hizo el ex presidente Jacques Delors al crear Notre Europe.

En Bruselas todavía se recuerda el amargo discurso de despedida que pronunció en 1988 el socialista francés Claude Cheysson, encargado de las relaciones Norte-Sur. Aceptó después a regañadientes ser eurodiputado, pero apenas frecuentó el hemiciclo. Para el liberal belga Willy de Clerq también supuso un disgusto dejar ese mismo año la Comisión por el Parlamento Europeo, donde sí se dedicó de lleno a la comisión que encabezó.

Regreso a la política

La vuelta a la política nacional por la puerta grande es excepcional. Lo consiguió, de casualidad, el francés Raymond Barre. Tras ejercer la vicepresidencia de la Comisión hasta 1972, fue nombrado, cuatro años después, primer ministro. Ahora es alcalde de Lyón. Menos fortuita fue la elección de Abel Matutes para hacerse cargo de la diplomacia española en 1996. El líder del PP, José María Aznar, necesitaba para el cargo a un político con experiencia internacional y le pidió con mucha antelación que se preparase a desempeñarlo. También la griega Vasso Papandreu fue nombrada ministra en 1996, cuatro años después de su marcha de la Comsión. ¿Qué harán los dos comisarios españoles, Manuel Marín y Marcelino Oreja, cuando cesen en septiembre? Marín tiene la intención de impartir clases en la Universidad Carlos III de Madrid, y se da por seguro que se presentará a diputado por Ciudad Real en las próxima elecciones generales. Oreja se incorporará a la fundación del Banco Bilbao Vizcaya, pero no será ésta su única actividad.

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