Cartas al director

Las fotos de Larrain

Siempre he dicho que Chile es una isla flanqueada por los Andes y el Pacífico, las grandes barreras de su aislamiento relativo. "Los puntos cardinales son tres, el norte y el sur". Si no me equivoco, algo parecido a esto dijo Vicente Huidobro. Y tenía razón, los chilenos nos hemos acostumbrado a vivir en dos dimensiones, lo que en el caso de muchos puede explicar la miopía isleña. Hace un año y medio que leo EL PAÍS, y desde entonces he encontrado en estas páginas noticias de la isla: Endesa y los Pehuenches, la historia del caso Pinochet escrita ya en varios capítulos, las infaltables...

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Siempre he dicho que Chile es una isla flanqueada por los Andes y el Pacífico, las grandes barreras de su aislamiento relativo. "Los puntos cardinales son tres, el norte y el sur". Si no me equivoco, algo parecido a esto dijo Vicente Huidobro. Y tenía razón, los chilenos nos hemos acostumbrado a vivir en dos dimensiones, lo que en el caso de muchos puede explicar la miopía isleña. Hace un año y medio que leo EL PAÍS, y desde entonces he encontrado en estas páginas noticias de la isla: Endesa y los Pehuenches, la historia del caso Pinochet escrita ya en varios capítulos, las infaltables protestas de los universitarios (esta vez con la lamentable muerte de alguno)... La realidad de un Chile que a ratos duele.

Pero, casi como un regalo dominguero, el día 27 de junio me encuentro con la noticia de la exposición del fotógrafo Sergio Larrain en el IVAM de Valencia. Si mi memoria fotográfica y los recuerdos no me fallan, las niñas de la foto en la página 40 descienden por las escaleras del pasaje Bavestrello, en el Cerro Alegre de Valparaíso. Miles de escaleras con millones de peldaños. La Valparaíso, la Joya del Pacífico o Pancho Gancho, la puerta al mundo que tuvo la isla durante décadas.

La redactora se pregunta adónde conducen esas escaleras limitadas por un muro. Y luego desafía al observador a bajar con la niña. Acepto el desafío e invito a cualquiera a que me acompañe, porque perderse en los cerros de Valparaíso es una de las mayores delicias que he disfrutado en mi vida. Abandonar una calle tomando una escalera como la de la foto para volver luego a la misma calle varios metros más abajo después de varios escalones, gatos y ventanas mironas. Creo que hoy hasta puedo adivinar el olor en la foto del periódico.

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Y de esta manera, aunque a veces duela, Chile sigue bajando y subiendo escaleras, como el paseante en Pancho Gancho. Como no tengo noticias de que la muestra venga a Madrid, pronto emprendo viaje a Valencia.-

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