Reportaje:EXCURSIONES - ARROYO CARNEROS

Un salvaje en real sitio

Una gira por los montes que rodean La Granja, a la busca del río bravo que alimenta las fuentes palaciegas

Releyendo las más de 60 páginas que dedica la guía oficial de Patrimonio Nacional a La Granja de San Ildefonso, no hemos hallado una sola mención del Carneros, por más que este arroyo serrano sea el que nutre los estanques, las rías y las fuentes ornamentales que han dado nombradía al real sitio. Esta omisión es un signo de los tiempos. Tampoco en la factura del agua doméstica se indica la procedencia exacta del líquido elemento, y mucha gente que no aceptaría nunca un vino o un aceite sin denominación de origen bebe en cambio del grifo del fregadero con indiferencia boyuna.El Carneros nace a ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Releyendo las más de 60 páginas que dedica la guía oficial de Patrimonio Nacional a La Granja de San Ildefonso, no hemos hallado una sola mención del Carneros, por más que este arroyo serrano sea el que nutre los estanques, las rías y las fuentes ornamentales que han dado nombradía al real sitio. Esta omisión es un signo de los tiempos. Tampoco en la factura del agua doméstica se indica la procedencia exacta del líquido elemento, y mucha gente que no aceptaría nunca un vino o un aceite sin denominación de origen bebe en cambio del grifo del fregadero con indiferencia boyuna.El Carneros nace a poco más de 1.900 metros de altura en la varga pelada de los montes Carpetanos, al norte de Peñalara y como a medio camino entre el puerto del Reventón y el de los Neveros. Corre luego encajonado durante cuatro kilómetros entre los cerros pinariegos del Poyo Judío y del Moño de la Tía Andrea y, tras beberse el arroyo Morete, se cuela por un rastrillo en el recinto amurallado del real parque, donde el grueso de su caudal va a parar a El Mar, estanque de 300 metros de frente en el que el rey FelipeV solazábase paseando en góndola por el haz de unas aguas que, aún hoy, alimentan directa o indirectamente las 26fuentes ornamentales de La Granja, para regocijo de turistas que no saben de más carneros que los que van a comerse con patatas entre sexta y nona.

Más información

De todo este curso, el tramo más bello e ignoto es el que recorre el arroyo antes de atravesar la tapia palaciega; esto es, el bravo Carneros, el no domesticado. Para buscarlo, saldremos en coche de La Granja por la carretera que sube al puerto de Navacerrada y, medio kilómetro después de rebasar la señal de fin de población, nos desviaremos a la izquierda para aparcar dos centenares de metros más allá junto a la puerta de Cosío o de los Baños de Diana. Justo enfrente nace una pista de asfalto cerrada al tráfico con barrera -el viejo paseo del Nogal de las Calabazas- por la que avanzaremos entre robledos cruzando a los cinco minutos un menguado riacho -lo poco que queda del Carneros tras pasar por los jardines de palacio- y, en otro tanto, el bullidor arroyo de la Chorranca.

Tomando a partir de aquí, en todas las bifurcaciones asfaltadas que se nos presenten, por el ramal de la izquierda -hay que seguir los letreros que orientan hacia Peñalara-, cruzaremos de nuevo el Chorranca por encima de unas preciosas cascadas y continuaremos ascendiendo suavemente, ahora a la sombra del pinar, hasta llegar a un desvío señalizado hacia la fuente del Chotete, la cual alcanzaremos por camino de tierra a una hora y cuarto del inicio.

Instantes después salvaremos el Carneros por un puente y veremos allí mismo salir, a mano izquierda, un sendero que desciende poco a poco por la margen derecha de este curso aún intacto, cuajado de potentes cascadas y hondas pozas; un sendero que nos hará culebrear entre hermosos pinos, robles, cerezos y avellanos, alejándonos progresivamente del Carneros para cruzar su afluente el Morete y llegar en media hora a El Esquinazo. Así se denomina al ángulo oriental del muro del real parque, que a su vez es un estupendo observatorio de la llanura segoviana, del palacio y de las lejanas cumbres de la Pinareja, el Montón de Trigo y Siete Picos.

Bordeando el lienzo de la muralla que se adentra en el bosque a mano izquierda, pasaremos enseguida por la confluencia del Morete con el Carneros y, después de doblar la esquina meridional, por el aliviadero que escupe el agua sobrante, a dos pasos ya de la puerta de Cosío. Cela, cuando anduvo hace medio siglo por aquí, dejó escrito que, antes que un jardín al estilo francés como el de La Granja, prefería contemplar "una muchacha peinándose la mata de pelo ante un espejillo de seis reales a la puerta de un chozo de adobes" (Judíos, moros y cristianos, 1956). Donde dijo Cela una muchacha, digamos nosotros un arroyo virgen, desmelenado, salvaje.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En