Crítica:FLAMENCO

La promesa y el virtuosismo

Dieguito el Cigala es uno de esos cantaores sobre los que no es fácil el pronunciamiento crítico. Buen cantaor, de culto para muchos aficionados madrileños que siguen con extrema atención su carrera, sin embargo, pocas veces es capaz de redondear una actuación que nos deje plenamente satisfechos.Cantó una hora, no más, y parecía agobiado, sudoroso, inquieto. Quizá, no sé, su forma física no es la adecuada para arrostrar la prueba del escenario, que a no pocos artistas descompone y traumatiza. En cualquier caso, su recital fue muy desigual. Tras una cantiñas frustrantes, desvaídas y que no rema...

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Dieguito el Cigala es uno de esos cantaores sobre los que no es fácil el pronunciamiento crítico. Buen cantaor, de culto para muchos aficionados madrileños que siguen con extrema atención su carrera, sin embargo, pocas veces es capaz de redondear una actuación que nos deje plenamente satisfechos.Cantó una hora, no más, y parecía agobiado, sudoroso, inquieto. Quizá, no sé, su forma física no es la adecuada para arrostrar la prueba del escenario, que a no pocos artistas descompone y traumatiza. En cualquier caso, su recital fue muy desigual. Tras una cantiñas frustrantes, desvaídas y que no remató, unas tonás que nos dejaron la miel en la boca, ya próximo el final; unas tonás en que la voz sola del cantaor fue pura música, jonda y henchida de belleza.

Diego el Cigala / Jerónimo

Ciclo de Jóvenes Flamencos. Madrid, Centro Cultural de la Villa, 11 y 12 de mayo.

Por bulerías también brilló. Dieguito el Cigala tiene una voz cien por cien flamenca, y cuando canta bien lo hace como los mejores. No ocurre con frecuencia, pero cuando ocurre es un gozo verdadero, que compensa los sinsabores de tantos otros momentos.

La segunda noche de este ciclo fue protagonista la guitarra de Jerónimo. Un virtuoso pese a su juventud, y parece que se decanta por este camino. Si toca en solitario, su mano derecha emplea prioritariamente la fuerza, los golpes como trallazos sobre la madera. En toques como la siguiriya, esto puede ser duro, se echan de menos los tonos cálidos e íntimos. Cuando toca con su hermano Leo el de Aurora, menor que él, pero sin duda otro formidable virtuoso, ambos se entregan a un espectacular festival de sonidos arrebatadores, un diálogo entre dos guitarras que transmiten tensión y belleza, pero también sensación de vértigo, réplicas y contrarréplicas, picados alucinantes...

Todo muy bien hecho, magistralmente, pero me temo que un poco excesivo para el flamenco, un arte que se viene debatiendo, precisamente en estos tiempos de esplendor de la guitarra, en la ya vieja polémica de si la técnica tiene un límite. Yo creo que lo tiene, y que pasado el mismo, todo lo que sobra de técnica se pierde en jondura.

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