Carlos Fabra, un 'cacique' de casta

Su tatarabuelo, su bisabuelo, su tío bisabuelo y su padre calentaron el mismo sillón que él ocupa y ambiciona de nuevo. Debajo de su efigie, casi cortada por el sastre de Lucky Luciano expresamente para presidir el club de golf, hay una saga de caciques iniciada por un modesto tejedor que logró méritos de guerra contra el carlista Ramón Cabrera y trabó gran amistad con el general O'Donnell. El primero de los Fabra, don Victoriano, fundó un clan de intereses llamado el Cossi (especie de barreño para lavar cosas muy sucias) en el que el clientelismo y la contraprestación eran a menudo la ...

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Su tatarabuelo, su bisabuelo, su tío bisabuelo y su padre calentaron el mismo sillón que él ocupa y ambiciona de nuevo. Debajo de su efigie, casi cortada por el sastre de Lucky Luciano expresamente para presidir el club de golf, hay una saga de caciques iniciada por un modesto tejedor que logró méritos de guerra contra el carlista Ramón Cabrera y trabó gran amistad con el general O'Donnell. El primero de los Fabra, don Victoriano, fundó un clan de intereses llamado el Cossi (especie de barreño para lavar cosas muy sucias) en el que el clientelismo y la contraprestación eran a menudo la conclusión de sus premisas políticas.En este recipiente se han cocido buena parte de los intereses de Castellón del último siglo. Luego, el Cossi se secó hasta los años de la transición, en los que el joven abogado Carlos Fabra (Castellón, 1946) retomó el testigo, primero desde la UCD y más tarde desde Alianza Popular. Hasta entonces había conseguido cierto cartel de vividor y cantante, aunque no tardó en hacerse con el control provincial del partido, en el que debutó como concejal, para recuperar en 1995 la presidencia de la Diputación.

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Pero Fabra siempre trata de poner distancia entre los métodos de sus antepasados y los suyos. Sin embargo, bajo el cielo de la provincia no palpita casi nada sin su consentimiento. En los cristales de sus gafas oscuras, tras los que disimula un ojo de cristal, siempre se reflejan rostros muy feudatarios. "Si ser cacique es ejercer las labores de presidente de la Diputación y las de presidente provincial del partido con firmeza, entonces me considero un cacique", certifica.

En estos años, para realzar su protagonismo, su despacho ha intervenido las actuaciones que la Generalitat valenciana efectuaba directamente en la provincia. Esta sensación de virreinato se ha subrayado a través de las firmas de convenios con el Consell (más de 16.000 millones de pesetas) que, según la oposición, se sustituyen unos a otros sin cumplirse. Durante su mandato, ha sido muy amigo de sus amigos, ha creado la atmósfera faraónica del Proyecto Cultural de Castellón y la de un aeropuerto, que quiere levantar en terrenos del vicepresidente de la Diputación y trata de financiar con fondos europeos, para una ciudad que dista apenas 70 kilómetros de Valencia. Pese a todo, y de acuerdo con datos de encuestas de la propia corporación, la mitad de los habitantes de esta provincia desconoce que Fabra ha presidido los últimos cuatro años la Diputación. Y, no obstante, un Fabra lo ha hecho desde hace más de un siglo.

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