Tiempo de ferias perdidas

La XIV edición de la Feria del Libro de Cádiz se ha convertido en un estupendo pretexto para reunir a los amigos. El acto de homenaje, el pasado jueves por la noche, a José Manuel Caballero Bonald, a quien está dedicada la semana, no fue una excepción. El público escasea, los libreros se devanan los sesos para dar con la solución que atraiga al consumidor, pero allí estaban los amigos, y eran muchos: escritores de suerte desigual, lectores fieles, artistas plásticos, alguna profesora universitaria y hasta cabales del flamenco. Todos arroparon al escritor en el marco cada día más cuestionado d...

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La XIV edición de la Feria del Libro de Cádiz se ha convertido en un estupendo pretexto para reunir a los amigos. El acto de homenaje, el pasado jueves por la noche, a José Manuel Caballero Bonald, a quien está dedicada la semana, no fue una excepción. El público escasea, los libreros se devanan los sesos para dar con la solución que atraiga al consumidor, pero allí estaban los amigos, y eran muchos: escritores de suerte desigual, lectores fieles, artistas plásticos, alguna profesora universitaria y hasta cabales del flamenco. Todos arroparon al escritor en el marco cada día más cuestionado del Baluarte de Candelaria, y en un momento especialmente feliz para el autor de Toda la noche oyeron pasar pájaros, ya que la fundación que lleva su nombre acaba de comenzar su rodaje en Jerez, ciudad natal de Caballero. Con escrupulosa puntualidad, Caballero Bonald apareció en la Feria acompañado por Pepa, su mujer, y el selecto grupo de compañeros de oficio que habría de rendirle tributo. Francisco Bejarano, su paisano de Jerez y encargado de coordinar las actividades de la Fundación, hizo una breve semblanza del homenajeado antes de entregar la palabra al isleño Enrique Montiel. Éste citó a Caballero como un escritor "múltiple", "esencial" y "el gran patrón de las letras gaditanas y andaluzas, un ejemplo de compromiso con los valores de libertad". Estuvo en la mesa el escritor canario Juan José Armas Marcelo, quien calculó su amistad con Caballero Bonald en "unos pocos años, unos 25", y desde esa perspectiva dobló la apuesta de piropos: "Yo sólo reconozco dos héroes del cincuenta, la última generación civil de la literatura española, y son Carlos Barral y Caballero Bonald. Incluso me atrevo a señalar a Ágata, ojos de gato como la obra fundacional de la novela mestiza española". Haciendo breve repaso de encuentros y correrías, donde cupo incluso el recuerdo de algún burdel ("al que acudimos no por nada malo, sino por simple curiosidad de escritores"), Armas Marcelo concluyó su intervención asegurando que Caballero Bonald "es uno de esos escritores a los que hay que emular, sin temor a equivocarse", ya que "es incapaz de escribir una palabra gratuita". Luis García Montero, a punto de ver escenificada su versión de La Celestina, tampoco quiso perderse la cita, asumiendo el comentario de la obra poética de su amigo gaditano, un derroche de "buena ficción para no mentir", según dijo. El homenajeado, por su parte, citó a Cádiz como una ciudad hecha a su medida, "ideal para perder el tiempo, o para ganarlo", y tuvo un emocionado recuerdo para sus compañeros de promoción Pilar Paz y Fernando Quiñones: "Eso no lo olvido". Defensor de su fe de que "el barroco existe" Caballero Bonald concluyó con una de sus frases lapidarias: "Una manera de ser equivale a una manera de escribir. Lamento no tener tiempo para ser más ambiguo". La sorpresa, la guinda del pastel, vendría bien entrada la noche, cuando todos los invitados se desplazaron al cercano Café de Levante, un bar muy del gusto del escritor, para asistir a un recital de Paco Cepero que, gracias a la escasa publicidad, pudo ser disfrutado en íntima complicidad. Más que las lisonjas verbales, de las que el jueves recibió un cariñoso chaparrón, Caballero agradeció el cante dedicado. Las palabras, un escritor lo sabe, se las lleva el viento; pero la seguiriya de El Moneo, fina y desgarradora a la vez, seguirá sonando mucho tiempo en la calle Rosario.

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