Crítica:POP

A medio gas

Sin duda alguna, estar todo el santo día con el traje blanco y la actitud de displicente ambigüedad que exige el glam puestos debe resultar agotador. Pero es que, cuando a Suede le quitas todo esto, el grupo corre el riesgo de exhibir cierta vulgaridad, cuyo primer síntoma es la pérdida instantánea de su aureola mágica y de repente quedan transformados en un grupito inglés más, con querencia al exceso de baladas empalagosas y muy, muy pretenciosas.Un mal día lo tiene cualquiera y, además, Suede cuenta con un prestigio como grupo de apasionado directo que le avala frente a las dudas, per...

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Sin duda alguna, estar todo el santo día con el traje blanco y la actitud de displicente ambigüedad que exige el glam puestos debe resultar agotador. Pero es que, cuando a Suede le quitas todo esto, el grupo corre el riesgo de exhibir cierta vulgaridad, cuyo primer síntoma es la pérdida instantánea de su aureola mágica y de repente quedan transformados en un grupito inglés más, con querencia al exceso de baladas empalagosas y muy, muy pretenciosas.Un mal día lo tiene cualquiera y, además, Suede cuenta con un prestigio como grupo de apasionado directo que le avala frente a las dudas, pero, precisamente, a la luz de otros conciertos de este grupo presenciados en nuestro país, esa pérdida de brillo fue lo que pareció empañar la presentación de descarados tintes promocionales que el grupo realizó en una sala madrileña.

Suede Brett Anderson (voz), Richard Oakes (guitarra), Mat Osman (bajo), Simon Gilbert (batería) y Alex N

(Teclados). Sala Caracol. Madrid, miércoles 5 de Mayo.

Tal vez sea eso; que no les hagan mucha gracia las giras de promoción, con shows más cortos, escenarios desnudos de arte y vestuario a lo brit-pop. El caso es que la banda que lidera el atildado Brett Anderson realizó una corta actuación de lo más rutinaria, en la que quedaban una y otra vez en evidencia las relativas carencias de su último disco, Heat music, si se le compara con el penúltimo y plagado de sencillos de éxito Coming up.

Los mejores momentos

A lo largo del concierto la banda hubo de alternar canciones de uno y de otro, correspondiendo los mejores momentos a la interpretación de los temas Trash, Lazy, Beautiful ones y el primer sencillo extraído de su último elepé, el contundente Electricity, que sí parece estar a la altura de sus grandes éxitos.El sonido fue más que correcto y la ejecución consistente, aunque un tanto fría. La verdad, resultó un extraño concierto a medio gas, aunque la hinchada del grupo agradecía de modo exaltado hasta el último movimiento de flequillo de Anderson, quien, por cierto, no sacó la voz hasta mediada la actuación, y tampoco es que saldara la velada con unas agujetas por el ejercicio realizado sobre las tablas. Más bien bailó lo justo, como si no terminara de entrar en el personaje.

Como añadido curioso, cabe señalar que el teclista original del grupo, Neil Codling, sufrió una indisposición y hubo de ser sustituido por un suplente que reforzó la personalísima voz del solista de un modo tremendamente convincente. Como si llevara toda la vida haciéndolo, vaya.

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