Todo queda en familia

Es una familia de 188 miembros en la que ninguno manda más que el otro. Helados Alacant lleva desde 1972 plantando cara a las multinacionales que dominan el sector con una fórmula que es un híbrido entre una cooperativa y una sociedad anónima. Sus 188 accionistas, divididos básicamente en heladeros y distribuidores, poseen una sola acción que les da derecho a votar en las decisiones fundamentales de la empresa, pero es un título que no les da dividendos a fin de año, sino que se asemeja a la tarjeta de pertenencia a un club cuyos socios reciben una serie de ventajas. Los heladeros obtienen sus...

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Es una familia de 188 miembros en la que ninguno manda más que el otro. Helados Alacant lleva desde 1972 plantando cara a las multinacionales que dominan el sector con una fórmula que es un híbrido entre una cooperativa y una sociedad anónima. Sus 188 accionistas, divididos básicamente en heladeros y distribuidores, poseen una sola acción que les da derecho a votar en las decisiones fundamentales de la empresa, pero es un título que no les da dividendos a fin de año, sino que se asemeja a la tarjeta de pertenencia a un club cuyos socios reciben una serie de ventajas. Los heladeros obtienen sus cremas a precios irrisorios y los distribuidores emplean unos canales privilegiados. Este funcionamiento es herencia de unos orígenes que parten de la inquietud de los heladeros artesanos de la provincia de Alicante, ante el alarde de poder desplegado por las multinacionales que entraron en el sector español a principios de los setenta. Había una decisión que tomar: seguir cada uno por su lado y que resistiera el mejor, o aliarse para encontrar su propio hueco en el mercado. Cuando se decidió que la segunda opción era la más adecuada, nació A.I.A.D.H.E.S.A. (Asociación de Industriales Alicantinos del Helado, S. A.), conocida popularmente por su marca de bandera: Helados Alacant. Cuando el actual director general, Federico García, consiguió consensuar con los socios las fórmulas de las diferentes cremas tras duras negociaciones (cada familia, con décadas de tradición heladera a sus espaldas, creía que sus recetas eran las mejores), nació la empresa que actualmente es la principal firma del sector de capital 100% nacional. Este hecho, en un ámbito de la economía dominado por las multinacionales Frigo, Camy, Miko y La Menorquina, es "motivo de orgullo para la empresa", destaca el director comercial, Juan José Marsal. Como muchas otras empresas familiares en su situación, Helados Alacant se ha hecho un hueco en el mercado (su cuota es del 7,4%) con una apuesta por la calidad. A los helados se les inyecta aire. Cuanto más, peores son las condiciones de la crema resultante. "La legislación establece que debe haber 475 gramos de helado por litro y nosotros tenemos algunas cremas que llevan 700 gramos", señala la responsable de marketing, Silvia Carretero. A.I.A.D.H.E.S.A. tiene tres marcas: Helados Alacant para heladerías y establecimientos hosteleros, Antiu Xixona para repostería helada, y Sitopol para supermercados. Su producto estrella es el Turrón Suprema, una de esas cremas de 700 gramos de helado por litro, que incorpora pedacitos de turrón en la mezcla. Este producto se halla dentro de la gama premium, que engloba las cremas más elaboradas. En la exportación triunfan las frutas heladas. Cada año se amplía la gama de helados con nuevas recetas que pergeña el departamento de calidad de la empresa. Helados Alacant se limitó a proveer de cremas y vajilla para heladerías a sus asociados hasta finales de los ochenta, cuando inició un proceso de expansión y se abrió a la exportación, que se inició en Alemania y hoy se extiende a Estados Unidos, Canadá, México, Israel, Holanda, Luxemburgo, Bélgica, Grecia, Portugal, Rusia y Finlandia, países que reciben el 20% de la producción anual. Pese a esta ampliación de los horizontes económicos de la firma, Juan José Marsal insiste en destacar que la empresa todavía mantiene la impronta familiar de sus orígenes. De hecho, cuenta con el Proyecto Futuro, un programa de formación de los hijos de los socios para que den continuidad a sus respectivos negocios. Igualmente, la composición de la empresa permanece abierta a la incorporación de nuevos miembros, cuya solicitud debe ser aceptada por el consejo de administración y consensuada con el resto de socios. Discusión de melones La apertura de Helados Alacant al mercado extranjero comenzó en Alemania por casualidad. Ramón Blanco, uno de los muchos españoles que en su día emigró a tierras germánicas en busca de un futuro próspero, se encontraba de veraneo en la costa alicantina. Buscó refugio del calor de la mañana en un chiringuito y pidió una de las frutas heladas facturadas por la firma. Al día siguiente se presentó en la fábrica y consiguió audiencia con Federico García. Le dijo: "Yo no entiendo nada de helados, pero conozco a los alemanes y esto les encantaría", a lo que García replicó: "yo no sé nada de los alemanes, pero lo sé todo sobre los helados y podemos trabajar juntos". Blanco volvió a Alemania, inició una serie de contactos y alquiló un almacén para recibir muestras de productos. Fue el principio de una colaboración exportadora que dura hasta la actualidad y cuyo primer gran pedido supuso también un primer esfuerzo por sortear con imaginación española la rigidez del pensamiento alemán. Todo empezó con una delegación de empresarios alemanes interesados en importar melones helados a su país. "Sabemos que este producto tiene mucho futuro en Alemania", afirmaban, y en la fábrica se frotaban las manos hasta que los posibles importadores expusieron sus condiciones. "Todas las rodajas de melón tienen que ser iguales", dijeron. En Alicante se pasó de la sonrisa y la carcajada a la estupefacción. "Eso no puede ser", les explicaron, "porque el melón es una fruta natural y cada melón tiene un tamaño y una forma diferente". El argumento no satisfizo a los alemanes, que insistieron en la necesidad de que todos los helados tuvieran una estructura uniforme para evitar los agravios comparativos entre los consumidores por la existencia de tajadas más grandes que otras. No era una oportunidad que se pudiera desperdiciar. Cuando Helados Alacant preguntó qué cantidad de helados necesitaban, los alemanes hablaron de miles. Y no de rodajas, sino de melones enteros. La firma puso a sus expertos a pensar y dieron con una solución: comprometerse a que, independientemente del tamaño del fruto, cada melón llevara la misma cantidad de helado. Para ello, diseñaron una máquina que, a partir del peso de cada melón, retiraba la pulpa necesaria para que cupiera dicha cantidad. Los alemanes accedieron y, superada esta crisis diplomática, la expansión internacional de Helados Alacant comenzó.

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