SAN SEBASTIÁN

Festival amable bajo la nueva carpa de Illumbe

El festival pro-damnificados del terremoto de Colombia, dejó a la vista la gran carpa del coso de Illumbe. No hizo falta tirar de corredera para cerrar del todo la cubierta, por la bonanza del tiempo. Con el cartel de no hay billetes el festejo discurrió bajo la mirada de un público complaciente. El presidente de la corrida quiso ponerse muy serio desde el principio. Negó la oreja pedida al rejoneador Hermoso de Mendoza. Se le abroncó. El caballero rejoneador tuvo un toro quedadito, y lo toreó despacioso, con dominio en todos los tercios. El presidente entendió que el perfecto rejón de muerte ...

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El festival pro-damnificados del terremoto de Colombia, dejó a la vista la gran carpa del coso de Illumbe. No hizo falta tirar de corredera para cerrar del todo la cubierta, por la bonanza del tiempo. Con el cartel de no hay billetes el festejo discurrió bajo la mirada de un público complaciente. El presidente de la corrida quiso ponerse muy serio desde el principio. Negó la oreja pedida al rejoneador Hermoso de Mendoza. Se le abroncó. El caballero rejoneador tuvo un toro quedadito, y lo toreó despacioso, con dominio en todos los tercios. El presidente entendió que el perfecto rejón de muerte coincidió con el último tropezón de la res, y le escamoteó la oreja solicitada por ese público bonancible.Paco Ojeda puso en evidencia que está fuera del toro. Tardó una eternidad en darse cuenta que el toro era tan bueno como un mazapán con bigotes. Las tandas de derechazos quedaron desangelados por la falta de acoplamiento. Mató mal. A César Rincón le tocó el peor bicho, un novillo toro quedado y bastante marrajo. Puso todo su empeño. Estuvo por encima de aquel flojón con cuatro patas.

Criado / Siete toreros

Novillos de Criado Holgado, flojos. Paco Ojeda: ovación. César Rincón: ovación. Enrique Ponce: oreja. El Cordobés: petición y vuelta. José Tomás: dos orejas. Miguel Abellán: ovación. El rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza: vuelta. Plaza de Illumbe, 30 de abril. Festival a beneficio de los damnificados del terremoto de Colombia. Inauguración del techo del coso. Lleno.

Lo de Enrique Ponce ocurre como con las corridas de toros: torea para un público orejero, que no le exige nada o, para decir mejor, le exige que haga lo mismo de siempre, el toreo despegado, mucha posturita, doblamiento de caderita en almíbar y esas cosas. La oreja para el señor que cumple con los públicos, da igual que sean del norte, sur, este u oeste.

Y para que se vea que se cuentan hechos objetivos, reseñemos que mató de una estocada tendida y contraria, y necesitó descabellar dos veces. Sin embargo, a El Cordobés, por más que el público pidió con mayor insistencia la oreja, el presidente se puso muy tiesito y se la negó. ¿Por qué? Nadie lo sabe, salvo una dama que se acercó al palco del presidente y le reprochó la negación de la oreja. Lo hizo con un pañuelo como reflejo simbólico del escamoteo (lo agitaba como si fuera una gaviota herida). Un ertzaina le impidió que siguiera agitando la gaviota so pena de manchar el palco de sangre imaginaria. Ah, El Cordobés hizo la rana. Tal vez por eso la dama agitó aquella gaviota protestona.

Lo más torero de la tarde salió de las muñecas de José Tomás. Es verdad que le tocó el toro con más son. Toreó por estatuarios, por derechazos, por naturales cadenciosos, muy despacio, muy torero, con ese buen gusto que atesora. Merecidas orejas. Miguel Abellán tuvo un toro poderoso. No pudo con él. Sólo quiso, sin poder.

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