Crítica:CLÁSICA

Riesgo creativo

Voces masculinas y saxo: la herencia del canto gregoriano y el instrumento más simbólico del jazz. En una iglesia hubiera sido sobrecogedor. La excesiva iluminación de la sala Sinfónica no puede competir con la penumbra de un templo de piedra -los dos discos de Garbarek y el Hilliard se han grabado en un monasterio- y actuó en detrimento de un trabajo musical muy serio. Un concierto éste que pone difícil la necesidad de etiquetar que solemos tener los humanos y se convierte en una propuesta insólita. El noruego lírico, que nos ha dejado grabaciones luminosas junto al pianista Keith Jarrett, y...

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Voces masculinas y saxo: la herencia del canto gregoriano y el instrumento más simbólico del jazz. En una iglesia hubiera sido sobrecogedor. La excesiva iluminación de la sala Sinfónica no puede competir con la penumbra de un templo de piedra -los dos discos de Garbarek y el Hilliard se han grabado en un monasterio- y actuó en detrimento de un trabajo musical muy serio. Un concierto éste que pone difícil la necesidad de etiquetar que solemos tener los humanos y se convierte en una propuesta insólita. El noruego lírico, que nos ha dejado grabaciones luminosas junto al pianista Keith Jarrett, y el excelente cuarteto británico llevan cientos de conciertos juntos y la sincronización resulta casi perfecta. Cantan música básicamente escrita, mientras el saxo revolotea con libertad y parece una prolongación de las voces. Momentos sublimes: cuando los ataques del saxo soprano se implican en la línea de canto del contralto. Lo mejor, un despojamiento muy trabajado; lo peor, cierta monotonía a la que contribuye utilizar en exceso el saxo soprano en detrimento del tenor.

Jan Garbarek y The Hilliard Ensemble

Jan Garbarek (saxos soprano y tenor). David James (contratenor), Rogers Covey-Crump y John Potter (tenores) y Gordon Jones (barítono). Auditorio Nacional. Madrid, martes 20 de abril.

Si en Officium, grabado en 1993, se basaron en música antigua, con Mnemosyne cubren veinte siglos al jugar con fragmentos del folclor vasco o peruano, canciones de cuna estonias, obras francesas del siglo XIII y escocesas del XVI -como la hermosa Remember me my dear-. Abandonaron la escena sin avisar: caminando lentamente en fila mientras se iba apagando la música. Atrás quedaron sosiego, espiritualidad, delicadeza, atemporalidad... de una creación felizmente arriesgada.

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