Tribuna:DIVULGACIÓN: PERSPECTIVAS

Los ajustes requeridos por la evolución darwinista

En tiempos recientes, el gradualismo de Darwin sufrió un ataque directo. En 1972, [Stephen Jay] Gould y Niles Eldredge pusieron en tela de juicio el concepto darwinista de que la evolución de una especie es el resultado de la acumulación de pequeñas variaciones; precisamente lo que preocupaba a Huxley, el amigo de Darwin. Gould y Eldredge reunieron evidencias del registro fósil que demostraban que la norma, y no la excepción, es que las formas de vida se mantengan inalteradas durante largos periodos de tiempo, que pueden durar millones de años. A este estado de cosas le llamaron ...

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En tiempos recientes, el gradualismo de Darwin sufrió un ataque directo. En 1972, [Stephen Jay] Gould y Niles Eldredge pusieron en tela de juicio el concepto darwinista de que la evolución de una especie es el resultado de la acumulación de pequeñas variaciones; precisamente lo que preocupaba a Huxley, el amigo de Darwin. Gould y Eldredge reunieron evidencias del registro fósil que demostraban que la norma, y no la excepción, es que las formas de vida se mantengan inalteradas durante largos periodos de tiempo, que pueden durar millones de años. A este estado de cosas le llamaron estancamiento. Según ellos, en el registro fósil existen pocos indicios de los cambios graduales que, según Darwin, indicarían las sucesivas adaptaciones de las especies para acomodarse cada vez mejor a un ambiente estable. Entonces, ¿cómo y cuándo se producen los cambios? De repente y muy de vez en cuando, responden los puntuacionistas. El aparente equilibrio de las formas de vida durante los largos periodos de estancamiento está puntuado por etapas de cambio rápido, incluso espectacular. Ésta es la doctrina del equilibrio puntuado. Desde 1972, esta cuestión parece haber dividido a los evolucionistas en dos bandos enfrentados.

Registro fósil

A pesar de la polémica que ha generado este argumento no es más que un comentario extenso sobre el carácter del registro fósil. A los primeros darwinistas se les exigía constantemente que presentaran pruebas fósiles de las supuestas formas de transición que según ellos habían existido, por ejemplo, entre los mamíferos y los primeros primates. La ausencia en el registro fósil de un eslabón perdido entre los seres humanos y su supuesto antepasado común con los simios antropoides provocó todo un escándalo en el siglo XX. Con razón, pero con demasiada frecuencia para resultar convincentes, los darwinistas no tenían más remedio que replicar que el registro fósil es manifiestamente incompleto. Uno de los fastidios de la paleontología es que es cuestión de suerte que un animal o planta concreto quede fosilizado. Todo depende de su estructura, de cómo y dónde muere y de lo seco o húmedo que esté el terreno. La fauna de las pizarras de Burgess es una abundante colección de animales del Cámbrico medio, encontrada en una cantera -ahora famosa- de las Montañas Rocosas canadienses, donde en otro tiempo se produjeron frecuentes corrimientos de fango a orillas de un mar poco profundo, que sepultaron a numerosos animales vivos en condiciones que impedían el acceso de oxígeno y, por tanto, la putrefacción. Los habitantes de la ciudad de Pompeya (Italia), cuyos restos atraen actualmente a multitudes de turistas que visitan las ruinas, son una prueba de que una gruesa capa de ceniza volcánica (procedente de la erupción del Vesubio en el año 69) también facilita la fosilización.

Aunque el equilibrio puntuado se basa en la paleontología, también ha recibido el apoyo de estudios evolutivos más recientes, estimulados en el último medio siglo por los buenos resultados que dieron los intentos de conectar la paleontología con la biología más general, con la ecología por ejemplo. Uno de ellos es el caso de los antílopes del sur de África, que Eldredge menciona en apoyo de su hipótesis, citando un estudio de Elisabeth Vrba (actualmente en la Universidad de Yale).

Los antílopes africanos como el ñu, el alcelafo y otras cinco especies que actualmente viven en el sur de África descienden todos de un tronco ancestral de impalas que ahora se encuentra distribuido por todo el continente africano. Se dispone de una buena evidencia fósil de la evolución de estos animales, gracias a la dureza de sus cuernos (había montañas de cuernos fósiles en el Museo de Transvaal, en Pretoria, donde Vrba trabajó anteriormente). El registro fósil del impala abarca más de cinco millones de años y, hasta donde pueden decirnos los cuernos, estos animales se han mantenido prácticamente inalterados durante todo este tiempo. Sin embargo, el registro fósil presenta evidencias de no menos de 25 especies derivadas de este tronco, de las que sólo han sobrevivido siete.

Impala único

¿Por qué tantas especies derivadas, y un único impala que no parecía cambiar? La explicación de Vrba es que todas ellas, las supervivientes y las extinguidas, evolucionaron a partir del impala por especialización; cada una se alimentaba de una vegetación distinta y ocupaba un nicho ecológico. Como consecuencia, eran más vulnerables a los accidentes históricos (por ejemplo, cambios de clima) que el impala, que está menos especializado y no depende tanto de un ambiente concreto. Como suele suceder en el registro fósil, esta evidencia se puede interpretar de dos maneras. La forma aparentemente inalterada de los cuernos desprendidos del impala puede ser una señal de estancamiento, que apoyaría la idea del equilibrio puntuado. Pero puede que otras características del impala hayan sufrido cambios progresivos en los últimos cinco millones de años, que no han quedado reflejados en los cuernos desprendidos. Y la repetida aparición y extinción de otros antílopes podría considerarse como un caso de repetidas puntuaciones del equilibrio, pero también es compatible con el darwinismo gradualista. Lo normal es que las especies adaptadas a un nicho ecológico desaparezcan del registro cuando su nicho desaparece.

El debate sobre el equilibrio puntuado ha consumido grandes cantidades de tiempo y energía. ¿Con qué resultado? Tablas por agotamiento. Gould y Eldredge hicieron un gran servicio al llamar la atención hacia las grandes diferencias entre las velocidades de evolución de especies que ocuparon al mismo tiempo las mismas zonas de la Tierra; algunas podían estar en equilibrio con su ambiente; otras cambiaban con relativa rapidez, acumulando variaciones que permitían a sus miembros cambiar de hábitos para ocupar nichos nuevos. Pero nada de esto contradice el darwinismo. El estancamiento prolongado no es nada nuevo para los evolucionistas "convencionales": John Maynard Smith, por ejemplo, cita el caso de los peces pulmonados, adaptados para sobrevivir en aguas temporales (por ejemplo, en la zona intermareal de las costas) enterrándose en el fango; su registro fósil abarca 300 millones de años. El fallo de la postura adoptada por Gould y Eldredge es que tiene todo el ruido y la furia propios de un ataque iconoclasta, cuando en realidad no socava en absoluto los principios básicos del darwinismo.

Unas cuantas advertencias nos ayudarán a centrar la controversia. La primera es de tipo técnico: la frase "la velocidad de evolución..." carece de significado absoluto. Desde el punto de vista darwinista, hasta en las especies que están en equilibrio con un ambiente estable (o sea, en estancamiento) aparecen constantemente nuevas variaciones al azar, pero éstas no cambian apenas el carácter general de la especie. Esto no significa que el mecanismo evolutivo haya dejado de vigilar la interacción entre la especie y su ambiente. Hasta el estancamiento es evolución.

La segunda advertencia se refiere a las adaptaciones que surgen en el curso de la evolución, que pueden estar inducidas por diversas influencias, la más frecuente de las cuales es, seguramente, el cambio ambiental.

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