El tiempo como moneda de cambio

Tiempo por tiempo. Es la moneda de cambio de la iniciativa El banc del temps, que se viene realizando desde hace un año en el distrito de Horta-Guinardò, en Barcelona. A ella se han apuntado personas que tienen cosas que ofrecer y también que pedir; aunque esto último cuesta más. Por ejemplo, hacer la compra para gente mayor, las faenas de casa, leer libros, ayudar a los niños a hacer deberes, hacer masajes y cocinar platos especiales para fiestas son algunas de las ofertas y de las demandas más comunes de El banc del temps, que pretende promover intercambios entre las personas. "Pero también...

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Tiempo por tiempo. Es la moneda de cambio de la iniciativa El banc del temps, que se viene realizando desde hace un año en el distrito de Horta-Guinardò, en Barcelona. A ella se han apuntado personas que tienen cosas que ofrecer y también que pedir; aunque esto último cuesta más. Por ejemplo, hacer la compra para gente mayor, las faenas de casa, leer libros, ayudar a los niños a hacer deberes, hacer masajes y cocinar platos especiales para fiestas son algunas de las ofertas y de las demandas más comunes de El banc del temps, que pretende promover intercambios entre las personas. "Pero también queremos, por ejemplo, que muchas mujeres consigan deshacerse, aunque sea sólo por un rato, de la rutina diaria. Que dispongan de un par de horas para ir al cine con amigas", explica Cinta Llorenç, coordinadora de la experiencia. El banc del temps también pretende fomentar la ayuda entre las personas y la confianza entre los habitantes del barrio. "Algo que en núcleos de población pequeños funciona casi de forma espontánea, porque lo normal es echar una mano al vecino. En una ciudad es algo mucho más difícil, pero se puede hacer", añade Llorenç. En un año de vida se han apuntado 65 personas. La mayoría son mujeres y predominan las que ya no trabajan. "Les cuesta mucho menos ofrecer que pedir". Una de las posibles explicaciones es que, para muchas mujeres, el hecho de tener que necesitar ayuda para algo ha estado asociado a cierta sensación de fracaso. "También nos ocurre que, cuando preguntamos qué saben hacer, qué ofrecen, muchas contestan al principio que no saben nada. Sin embargo, a medida que vas hablando se dan cuenta que saben muchas más cosas de las que creían", explica Teresa Bono, una de las secretarias El banc del temps. Un talonario de horas Cuatro voluntarias son las encargadas de realizar la coordinación. Trabajan en el Centro de Cultura Popular Montserrat, en el Centro Cívico del Guinardó. Desde allí se ponen en contacto con las personas que ofrecen y las que piden. Funcionan con un talonario que registra el intercambio del tiempo. "Porque se trata de intercambiar y el intercambio es obligatorio. Es decir, no vale sólo ofrecer, hay que pedir. Y si vemos que no lo hacen, les llamamos para recordarles que tienen un saldo de tiempo a su favor que tienen que consumir", puntualiza una de las voluntarias con mucha experiencia a sus espaldas. La unidad de intercambio es la hora, con independencia del servicio que se ofrezca y del que se reciba. Entre los que se han apuntado circula un boletín en el que se identifican y concretan lo que ofrecen y lo que demandan a cambio. No se trata de actividades que puedan ser consideradas como un trabajo normalizado. "Por ejemplo, cuidar a niños es una posibilidad, pero sólo de forma puntual", concreta Bono. Los intercambios son de lo más variopinto. Una joven peluquera necesitaba a alguien que le ayudara para hacer una pequeña mudanza. A cambio, cortó el pelo a los chicos que la ayudaron. Otro: un matrimonio con cuatro hijos necesitaba desconectar un par de horas del trajín diario y estar solo un rato para recuperarse anímicamente y una señora mayor se ofrecía para cuidar niños un rato. Intercambio solucionado. La plancha y el inglés Otra chica necesitaba que alguien cuidara de su madre unas horas y, como intercambio, ofrecía masajes. Otra pedía ayuda para planchar y, a cambio, se ofrecía para hacer traducciones de inglés. "Cualquier fórmula es buena", precisa la coordinadora. El programa de origen de El banc del temps se enmarca dentro de la Comisión Europea y ya funciona en varias ciudades de Italia y de Francia. En el caso de Barcelona, el Ayuntamiento lo puso en marcha por medio de una entidad colaboradora, el Centro de Cultura Popular Montserrat. La difusión de la idea corrió a cargo del citado centro y de la ONG Salud y Familia, que distribuyeron carteles por el barrio del Guinardó. Ahora intentan exportar la idea. "Se puede extender a otros barrios de la ciudad y a otras ciudades", detalla la coordinadora de la experiencia en Barcelona, "porque en todos los sitios la idea de intercambiar tiempo y ayuda es válida".

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