Reportaje:

Enseñanza a distancia en la República

Los cursos de catalán por correspondencia fueron la estrella de la enseñanza a distancia de la Generalitat durante la II República y llegaron a englobar alrededor de 4.200 alumnos, según indica el trabajo -aún inédito- del investigador Josep Grau La enseñanza a distancia en Cataluña (1916-1939). En 1916, la Mancomunitat había creado el primer servicio público de enseñanza a distancia de España -la Extensión de Enseñanza Técnica (EET), el precedente más directo de la actual Universitat Oberta de Catalunya (UOC)-, aunque no ofrecía cursos de catalán. Fue durante una de las etapas de represión d...

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Los cursos de catalán por correspondencia fueron la estrella de la enseñanza a distancia de la Generalitat durante la II República y llegaron a englobar alrededor de 4.200 alumnos, según indica el trabajo -aún inédito- del investigador Josep Grau La enseñanza a distancia en Cataluña (1916-1939). En 1916, la Mancomunitat había creado el primer servicio público de enseñanza a distancia de España -la Extensión de Enseñanza Técnica (EET), el precedente más directo de la actual Universitat Oberta de Catalunya (UOC)-, aunque no ofrecía cursos de catalán. Fue durante una de las etapas de represión de la lengua catalana -la dictadura de Primo de Rivera- cuando se gestaron los primeros cursos de catalán por correspondencia. El ingeniero Arnau Margarit fue expulsado de la EET tras apoyar las enseñanzas de un psicólogo belga que por su carácter avanzado fue blanco de las burlas de las nuevas autoridades académicas. Margarit puso en marcha, en 1924, los primeros cursos de ortografía catalana a distancia. Con la llegada de la República, la Generalitat se hizo cargo de la EET, que pasó a ser dirigida por Margarit. Se mantuvieron los mismos estudios técnicos por correspondencia -que no pasaron de 200 alumnos- y se creó un servicio de catalán per correspondencia a cargo del filólogo Emili Vallès, que había sido expulsado de la EET junto a Margarit durante la dictadura. Los cursos de catalán, que alcanzaron 4.200 alumnos, iban destinados especialmente a las comarcas catalanas. El éxito de estos cursos, que llegaron al 50% de los maestros nacionales de Cataluña (3.500), motivó que la Generalitat los extendiera por todo el Principado y que mantuviera únicamente en la capital las clases presenciales de catalán, asegura Grau, que actualmente es investigador de la Universidad Pompeu Fabra. No obstante, los cursos también llegaron fuera de Cataluña. Incluso hubo un grupo de 12 maestros de Perpiñán a los que se les concedió que cursaran catalán por correspondecia, indica Grau. Cursos gratuitos La gratuidad de los cursos fue una de las razones del éxito, pero no la única. Poseer el diploma de lengua catalana podía servir como mérito para acceder a los centros públicos, que a partir del decreto de bilingüismo de la Generalitat (1931) debían impartir las clases en catalán. Aunque, señala Grau, este requisito no era obligatorio, porque las oposiciones se controlaban desde Madrid y por tanto no exigían el previo conocimiento de la lengua catalana. Grau también destaca otras dos razones: El auge del nacionalismo durante la República y la calidad de estos cursos, que disponían de los mejores profesores de la época, Joan Sales y Manuel González Alba, a los que el propio Pompeu Fabra reconoció como sus alumnos más brillantes. El primero destacó como escritor, mientras que el segundo lo hacía como mártir independentista ya que fue uno de los pocos catalanistas -el otro fue Jaume Compte- que durante los hechos de octubre de 1934, cuando la Generalitat se rebeló contra el Gobierno de derechas de Madrid, no se rindieron ante las tropas del general Batet. Tanto González Alba como Compte murieron acribillados defendiendo el Centre de Dependents del asalto del ejército. La guerra civil, curiosamente, no disminuyó el número de alumnos, sino que los aumentó. La implantación del Consejo de la Escuela Nueva Unificada -adscrito a la Generalitat- fue la principal causa de este incremento: se crearon nuevos centros escolares y se instauró la obligatoriedad del catalán para los maestros. Otro motivo del aumento de la demanda, según Grau, fue que algunas escuelas utilizaron el material de los cursos por correspondencia como libros de texto. Durante el conflicto, 5 de los 14 profesores de la EET combatieron en el frente. La entrada de las tropas nacionales en Barcelona en enero de 1939 no acabó con la EET, pero si con los cursos de catalán, que fueron sustituidos por los de Gramática española. El grupo que integraba la EET, explica Grau, sufrió un serio revés con la victoria del general Franco: Los más comprometidos con actividades políticas, como Joan Sales, tuvieron que exiliarse. El resto se quedó en Barcelona. El destino de los que permanecieron en la capital fue diverso. A todos los de la EET les abrieron expedientes, pero el director, Arnau Margarit, y el responsable de los profesores de catalán, Emili Vallès, fueron los más perjudicados. Fueron sancionados con dos años de suspensión de trabajo y sueldo y con 10 años de inhabilitación para ejercer cargos públicos. Los otros profesores siguieron en la EET hasta 1945, año en que fueron expulsados. Durante este periodo de tiempo se dedicaron a traducir todos los textos de estudios técnicos al castellano. La EET pasó a llamarse Servicio de Extensión de Enseñanzas Técnicas.

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