Reportaje:

Las coplas del pregonero

El libro dictado por un analfabeto de Leganés a las enfermeras de una residencia de mayores es una de las últimas incorporaciones al fondo de la Real Academia de la Lengua. Ángel Cenamor, el que fue primer barrendero y último pregonero de Leganés, de 94 años, ha recopilado un centenar de cantares del municipio, muchos con más de 50 años de vida.Cenamor nació el 2 de agosto de 1904, cuando Leganés no era más que un pueblo de unos cien habitantes. A los seis años ya vendía churros por la calle para ganarse algunas monedas. Después trabajó en el campo para un terrateniente. Perteneciente a una fa...

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El libro dictado por un analfabeto de Leganés a las enfermeras de una residencia de mayores es una de las últimas incorporaciones al fondo de la Real Academia de la Lengua. Ángel Cenamor, el que fue primer barrendero y último pregonero de Leganés, de 94 años, ha recopilado un centenar de cantares del municipio, muchos con más de 50 años de vida.Cenamor nació el 2 de agosto de 1904, cuando Leganés no era más que un pueblo de unos cien habitantes. A los seis años ya vendía churros por la calle para ganarse algunas monedas. Después trabajó en el campo para un terrateniente. Perteneciente a una familia numerosa y pobre, no pudo recibir formación, por lo que no sabe leer ni escribir.

Tras la guerra civil, buscó a un amigo suyo que trabajaba en el Ayuntamiento para que le colocara. Y se convirtió en el primer barrendero local. "Había media docena de casas esparcidas por el centro. Las viviendas sólo llegaban hasta la ermita de San Nicasio", rememora.

Pronto se empleó de galopín municipal (servía para reparar cualquier cosa). Su jornada comenzaba a las nueve de la mañana y terminaba a las cinco de la tarde. Con dos mulas y varias escobas se hizo popular en aquellas calles de arena y barro. Hizo hasta de enfermero en caso de emergencia. Cuando ocurría algún accidente, iba con su carromato y llevaba al herido al hospitalillo. Enamorado de la copla y el flamenco, era frecuente oírle cantar mientras barría.

Cuando Leganés empezó a crecer, le nombraron pregonero y le compraron una trompetilla. Memorizaba las órdenes del alcalde y las gritaba por las esquinas. Cobraba cinco pesetas. Entonces mandaban en Leganés el alcalde, el cura y el rico del pueblo, según el pregonero. También recuerda al actual regidor, José Luis Pérez Ráez, cuando jugaba en la calle. "Su padre, José Antonio, era enfermero del manicomio y muy buena persona".

Su pasión por la canción española le llevó a recopilar todas las coplas que cantaba. Como no sabe escribir, recurrió a la ayuda de las enfermeras de la residencia en la que se encuentra. Durante varios meses estuvo recordando los cantares, con los que escribió Los cien dichos populares de Ángel Cenamor. Pensó que era una obra digna de estar en la Real Academia de la Lengua y mandó un ejemplar a la institución.

Unos meses después, en noviembre de 1998, le contestaron: "La Real Academia Española acordó a una voz dar a vuestra señoría cordialísimas gracias por el testimonio de consideración y aprecio con que se ha servido favorecer a este cuerpo literario, entregándole para su biblioteca un ejemplar de su obra", rezaba el escueto comunicado del secretario de la Academia, Víctor García de la Concha.

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