Crítica:CLÁSICA

Beethoven, como pudo ser

El proyecto de la Beethoven Academie que dirige Jan Caeyers no persigue investigaciones historicistas, sino simplemente interpretar a los clásicos augurales del Romanticismo con estilo y fiabilidad. Tal empeño tenía que encontrarse en su camino con un pianista como Christian Zacharias. Su pensamiento preciso, su afectividad desnuda del menor exceso, su amor por la belleza del sonido, su mesurada flexibilidad, su primorosa planificación dinámica, la firma y muelle teoría de sus acentos y sus ritmos, todo en fin, coincide con el grupo instrumental que lleva el nombre de Beethoven porque se const...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El proyecto de la Beethoven Academie que dirige Jan Caeyers no persigue investigaciones historicistas, sino simplemente interpretar a los clásicos augurales del Romanticismo con estilo y fiabilidad. Tal empeño tenía que encontrarse en su camino con un pianista como Christian Zacharias. Su pensamiento preciso, su afectividad desnuda del menor exceso, su amor por la belleza del sonido, su mesurada flexibilidad, su primorosa planificación dinámica, la firma y muelle teoría de sus acentos y sus ritmos, todo en fin, coincide con el grupo instrumental que lleva el nombre de Beethoven porque se constituyó a partir de la plantilla de la Heroica.Como en Zacharias, no hay en la orquesta que nos visita ninguna pedantería historicista, ninguna imposición de su manera como única, cual si Beethoven mismo se la hubiera revelado, tal ocurre con diletantes y profesionales tocados por el gran dedo del potente Júpiter de la música. Ni utiliza Zacharias ningún piano "de época", ni los instrumentistas de la Academia se entregan al placer de la antigua organografía. Exponen sus propuestas y basta.

Ciclo Ibermúsica

C. Zacharias (pianista) y la Beethoven Academie. Director: J. Caeyers. Conciertos de Beethoven. Auditorio Nacional. Madrid, 24 de febrero.

En Madrid gozamos ahora algo singular: el ciclo de conciertos pianísticos beethovenianos por estos transmisores puros y hondos, que la denominada profundidad no consiste en acentuar el énfasis, sino en penetrar en el fondo siempre misterioso del mensaje musical. Los conciertos primero, en do mayor (1800, en su versión revisada), número 3, en do menor (1802) y número 4, en sol mayor (1806), contienen suficientes diferencias y similitudes como para entender, si no lo conociéramos, el pensamiento, el sentimiento y la humanidad energética del compositor. Escuchar estas obras -especialmente a partir del tercer concierto- con diafanidad y transparencia cuasi mozartianas supone abandonar, por una vez, la imagen abultada que, desde la orilla posbeethoveniana suele servírsenos. Entonces recibimos la sensación de que los estrenamos en todo su frescor melódico, y en la entera claridad de una textura sin vanos ni rellenos, como fue en todo momento la de Beethoven.

Para mí, Christian Zacharias no es un maravilloso pianista, sino un verdadero genio capaz de ver siempre más claro a Scarlatti, a Schubert, a Beethoven o a los contemporáneos o de revivir los mágicos prodigios de Mauricio Ravel. Todos los pianismos posibles caben en la inteligencia y la gran técnica de Zacharias. Unos conciertos como los del miércoles y jueves se tornan no ya lecciones magistrales, sino experiencias de fruición estética de excepcional categoría.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En