Tribuna:EL FUTURO DE LA CLÍNICA PUERTA DE HIERRO

Residuo "apoptótico" tras la amputación y el transplante

Insalud y Comunidad de Madrid, con el rector de la Universidad Autónoma como testigo, han decidido subvenir las necesidades hospitalarias de la zona de Majadahonda y alrededores mediante el trasplante a dicha localidad de la mayor parte de lo que es la actual clínica Puerta de Hierro (CPH), dejando por detrás unos pocos servicios clínicos de muy alto costo operativo relacionados con la oncología, así como otras unidades de contenido investigacional o docente y, por contra, añadiéndole otros servicios de contenido asistencial propios de un hospital comarcal. Los dos centros resultantes se dice ...

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Insalud y Comunidad de Madrid, con el rector de la Universidad Autónoma como testigo, han decidido subvenir las necesidades hospitalarias de la zona de Majadahonda y alrededores mediante el trasplante a dicha localidad de la mayor parte de lo que es la actual clínica Puerta de Hierro (CPH), dejando por detrás unos pocos servicios clínicos de muy alto costo operativo relacionados con la oncología, así como otras unidades de contenido investigacional o docente y, por contra, añadiéndole otros servicios de contenido asistencial propios de un hospital comarcal. Los dos centros resultantes se dice que constituirán dos sedes de una misma institución, que seguirá siendo la CPH, al margen de que experimente el cambio adicional de convertirse en una fundación sanitaria. Ésta es una solución salomónica ante el conflicto surgido al oponerse un amplio sector del personal de la actual CPH a la inesperada propuesta del Insalud de trasladar íntegramente el centro a Majadahonda. La postura defendida desde CPH era la de que se hiciera en Majadahonda el hospital comarcal que pudiera precisar, del mismo modo que se ha hecho en Alcorcón o Leganés, sin eliminar del mapa sanitario español la vieja y prestigiada CPH. Es una solución injustificable técnicamente y evidentemente dirigida a evitar un coste político excesivo, que se ha adoptado tras el estudio por parte de una comisión de expertos de varias posibilidades de segmentación, dando lugar a lo que sería el conjunto hospitalario CPH con dos sedes. La referida comisión sólo podía considerar opciones que se atuvieran al dogma, predefinido por el Insalud, de que habían de ser realizables con los mismos recursos y las mismas plantillas de personal actualmente disponible en CPH, con las únicas posibles adiciones de lo necesario para dotar servicios propios de un hospital comarcal actualmente inexistentes en el centro. En las cuatro opciones que les fue dado considerar, que se numeraron de 1 a 4, se contemplaba dejar en la actual ubicación parcelas asistenciales de creciente amplitud y, correspondientemente, parcelas menos amplias en Majadahonda. El informe de la comisión de expertos fue en el sentido de que cualquiera de las opciones de división era peor, en términos funcionales y de costo, que la de mantener el hospital en una única sede. Y que, de ser inevitable la división, la número 1, la adoptada, es la que podía considerarse de menor costo añadido.

Para cualquier entendido en temas hospitalarios resulta evidente que la opción adoptada deja en la actual CPH un residuo hospitalario en vía de apoptosis (término biológico que significa muerte programada), a menos que el mismo sea objeto de otras actuaciones. Y la única posible con efecto antiapoptótico es que a partir del fragmento hospitalario que queda detrás, como si fuera un extremo de una lombriz que estira y fragmenta, se trate de reconstituir un cuerpo hospitalario más completo que, siendo funcional, proporcione viabilidad.

El residuo hospitalario que se deja por detrás incluye básicamente los servicios clínicos de medicina nuclear, radioterapia, oncología médica y oncohematología, que incluyen los difíciles trasplantes de progenitores hematopoyéticos, habitualmente referidos como trasplantes de médula ósea. Como elementos de soporte se dice que quedará banco de sangre, cuidados intensivos y poco más. Cuesta pensar que pueda haber alguien con responsabilidad en el área de la asistencia sanitaria que seriamente piense que es posible desarrollar una moderna oncología clínica (como la que se suponen integran los servicios mencionados) sin la disponibilidad inmediata de cirujanos expertos en cáncer, de inmunólogos, de expertos microbiólogos, de neumólogos, de gastroenterólogos expertos en endoscopias, de expertos en nutrición entérica y parenteral, de neurólogos, de nefrólogos y de muchos otros especialistas. La moderna oncología clínica sólo puede ser realizada con garantías de calidad en el seno de un excelente hospital general con buenos servicios de orientación oncológica (valga el ejemplo de la clínica Mayo, donde buscó asistencia el rey Hussein) o de un hospital especializado en oncología en los que la confluencia de gran número de enfermos justifica la presencia de facultativos de distintas especialidades dedicados exclusivamente al problema del cáncer (ejemplos: Sloan Katering Memorial Hospital, en Nueva York, o MD Anderson Hospital Cancer Center, en Houston, adonde tantos famosos españoles acuden). Lo demás es mera frivolidad.

Si la intención no manifestada por las autoridades competentes es la de evitar la apoptosis del residuo hospitalario de la CPH, que con la solución de amputación y traslado que se ha adoptado se deja detrás, utilizándolo como germen para un hospital oncológico (o instituto, como es el gusto de ahora), bienvenida sea la solución. Pero hay que tener en cuenta que esto implica actuaciones importantes y no fáciles de realizar sin una clara voluntad política para ello, como son: 1) crear facilidades para la investigación oncológica básica y clínica de alto nivel, que es lo que permite el desarrollo de capacidad asistencial de vanguardia; 2) crear las facilidades para que el centro pueda recibir sin dificultades administrativas pacientes de cualquier procedencia nacional y también de otros países, y 3) desarrollar distintas unidades clínicas correspondientes a distintos programas de actuación dentro de la oncología, lo que supone recomponer un hospital prácticamente "al completo". La pregunta que de inmediato surge es la de si el mejor camino para conseguirlo es vaciar primero para luego renovar y rellenar.

La respuesta es que posible y probablemente lo sea. Si ésta fuera la voluntad política que hay detrás de la amputación, al centro resultante convendría (independientemente de mantener su "denominación de origen" de CPH, su vinculación a la Universidad Autónoma de Madrid y el patrocinio de la Comunidad de Madrid) integrarse funcionalmente en una institución de ámbito nacional como el Instituto CarlosIII, al que puede ofrecer lugar idóneo para la ubicación de actividades de investigación oncológica básica, cuya proximidad a la praxis e investigación clínica es altamente deseable desde todas las perspectivas. Si ésta es opción que se trata de ejecutar, no debería haber dilación en empezar a trabajar por ella. De no haber una intencionalidad de este tipo, sólo cabe pensar que la solución adoptada es una de esas soluciones políticas convenientes para ganar tiempo hasta que, pasada la tempestad, pueda llevarse el tema que se pretendía minorando su eventual coste político, aunque pueda tener un coste económico añadido. En este caso, dos son las posibilidades apoptóticas que caben esperar para el residuo CPH. La menos mala para la institución CPH es la de que todo termine reuniéndose en Majadahonda, para lo que será conveniente que a la hora de dibujar el proyecto de la nueva sede se vayan haciendo previsiones, aunque sea sotto voce, para la ubicación de los servicios ahora "esquejados", en evitación de ulteriores remodelaciones inconvenientes y que todo el traslado pueda ser conjunto. La otra es la de que se esté pensando en que las actividades de los servicios "esquejados" sean progresivamente asumidas por otros hospitales mayores de Madrid, con lo que no tardaría mucho en llegar el momento de declarar que delenda est vieja CPH y que ahí nos queda su continuidad en la nueva Puerta de Majadahonda, con mucha medicina primaria y comarcal y nada de oncología. De otras áreas de medicina de investigación y progreso, el tiempo dirá lo que las nuevas generaciones de facultativos, trasladados o de nueva incorporación, puedan desarrollar en su nuevo entorno.

Manuel-Nicolás Fernández es catedrático de Medicina (Hematología) de la Universidad Autónoma de Madrid y jefe del servicio de Hematología de la clínica Puerta de Hierro.

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