BOGOTÁ

Tres faenas y tres parodias

Tres toros y tres corderos indefensos. Tres faenas y tres parodias, porque los bichos se caían y se quedaban allí, inmóviles, desamparados. Había que ver la escena: un peón le echaba mano al rabo y los otros dos a los cuernos. Óigame bien: a los cuernos, y ante la mirada de abatimiento del espada y una mezcla de risa y desconsuelo del público, forcejeaban hasta lograr que el paciente se incorporara, lenta, dolorosamente. La imagen era patética. El sexto se tendió en la arena con sólo dos pinchazos y allí quedó petrificado, de manera que el cachetero sepultó la puntilla sin tomar ninguna precau...

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Tres toros y tres corderos indefensos. Tres faenas y tres parodias, porque los bichos se caían y se quedaban allí, inmóviles, desamparados. Había que ver la escena: un peón le echaba mano al rabo y los otros dos a los cuernos. Óigame bien: a los cuernos, y ante la mirada de abatimiento del espada y una mezcla de risa y desconsuelo del público, forcejeaban hasta lograr que el paciente se incorporara, lenta, dolorosamente. La imagen era patética. El sexto se tendió en la arena con sólo dos pinchazos y allí quedó petrificado, de manera que el cachetero sepultó la puntilla sin tomar ninguna precaución. ¿Para qué? Ésta es la cruz de la moneda, porque la cara tiene luz en la geometría de César Rincón ante su segundo toro, al que saludó con ocho lances de capa, lentos, templados, andando de las tablas a los medios donde lo dejó clavado con una media bajando tanto el capote como se lo permitían sus brazos.

Domecq / Rincón, Cordobés, Juli

Toros de Juan Pedro Domecq, terciados y sin fuerza. César Rincón: estocada (silencio); estocada (dos orejas). El Cordobés: tres pinchazos y estocada (ovación); estocada (ovación). El Juli: pinchazo (dos orejas); dos pinchazos (silencio).Plaza de Santamaría, 7 de febrero. Lleno.

Con la muleta le dio la distancia que requería en el terreno que requería y allí fue sometiéndolo con maestría, dándole los pases justos, con la muleta planchada, con una longitud inmensa. Cuando el animal rodó ante la estocada fulminante, alguien dijo entre barreras: "Esto es lo que tiene que volver a hacer en San Isidro".

El Cordobés reaparecía en Bogotá. Lo hizo de rodillas, lo hizo en remolinos, en cabezazos sobre la testuz de su oponente, en muletazos en redondo ante un toro que repetía con son pero pasaba lejano, lo hizo abrazando los costillares, pinchando y recibiendo una ovación alegre como su figura.

Y el Juli. ¡Qué expectación! Qué ovación durante el paseíllo. Su primero fue el que caminó con alientos y lo toreó con aliento, en suertes vistosas con el capote y un poco menos con la franela. Un torero simpático, un torero tierno y alegre. Angelical, decían las señoras de barrera. Pinchó, cobró luego una buena estocada y se llevó las orejas.

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