Sorna y simpatía

En esa indolente y adorable -simplemente artística- visión del negocio del rock and roll que las circunstancias le han impuesto, el bueno de Elliot Murphy nunca deja de incluir España en la ruta de sus giras. Será porque aquí cae estupendamente y sus discos han tenido, al menos, la repercusión que merecen en la crítica y en un escogido número de fieles que le esperan año tras año. En esta ocasión Elliot venía con el pretexto de presentar su disco del año pasado, Beauregard, y a regalar un rato de buenas canciones y unas personales voz y manera de cantar. Con el soporte de su guit...

En esa indolente y adorable -simplemente artística- visión del negocio del rock and roll que las circunstancias le han impuesto, el bueno de Elliot Murphy nunca deja de incluir España en la ruta de sus giras. Será porque aquí cae estupendamente y sus discos han tenido, al menos, la repercusión que merecen en la crítica y en un escogido número de fieles que le esperan año tras año. En esta ocasión Elliot venía con el pretexto de presentar su disco del año pasado, Beauregard, y a regalar un rato de buenas canciones y unas personales voz y manera de cantar. Con el soporte de su guitarra acústica, que toca con pulcritud y efectividad, más el apoyo del francés Olivier Durand en otra, Murphy creó un espectáculo de cámara muy entretenido para profanos y una auténtica delicia para seguidores de los discípulos de Dylan. Presentando los temas con sorna y simpatía, el cantante fue empalmando temas de una discografía de una quincena de volúmenes con canciones de su último disco y unas escogidísimas versiones de Van Morrison, e hizo felices a los espectadores, que se desgañitaron interpretando junto a él Drive all night.