Crítica:MÚSICA ANTIGUA

El hombre intranquilo

Ton Koopman se ha convertido en un huésped habitual de Madrid, un motivo de enhorabuena para los amantes de la música antigua de la capital. El clavecinista, además, se encuentra probablemente en el mejor momento de su carrera, ya que conserva lo que fue siempre una peculiarísima idiosincrasia interpretativa, aunque gratamente atemperada ya por los años y la madurez.Sus propuestas musicales revisten siempre un gran interés y en esta ocasión nos invitaba a repasar la música cultivada en muchos de los territorios que marcaron el reinado de Felipe II, la figura central de este ciclo de conciertos...

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Ton Koopman se ha convertido en un huésped habitual de Madrid, un motivo de enhorabuena para los amantes de la música antigua de la capital. El clavecinista, además, se encuentra probablemente en el mejor momento de su carrera, ya que conserva lo que fue siempre una peculiarísima idiosincrasia interpretativa, aunque gratamente atemperada ya por los años y la madurez.Sus propuestas musicales revisten siempre un gran interés y en esta ocasión nos invitaba a repasar la música cultivada en muchos de los territorios que marcaron el reinado de Felipe II, la figura central de este ciclo de conciertos. De Nápoles a Flandes, de Inglaterra a Portugal, Koopman hizo un repaso de la gran literatura para teclado europea del siglo XVI. El holandés es un improvisador inaudito y lo único seguro antes de sus conciertos es que la espontaneidad, lo imprevisible, el "vuelo mágico" (Eliade) sacudirán el aire como una bofetada. Koopman gusta de surcar los compases a la ventura, especialmente aquellos que contienen ritmos muy marcados o fuertes contrastes métricos. El azogue que parece apoderarse de él al sentarse al clave mantiene todo su cuerpo, y no sólo sus manos, en constante agitación. Así, las Gallardas de Valente o Macque salieron a brincos del teclado, tratado casi de manera percutiva, con unas aristas rítmicas exacerbadas. Su Cabezón también sonó mucho menos severo y más luminoso de lo habitual, mientras que en las páginas de los compositores isabelinos (Gibbons, Philips, Byrd), Koopman alternó igualmente orden y fantasía. Esta música libre y expansiva se ajusta al dedillo a su credo y exige unos dedos maestros en el arte de la ornamentación. Los del holandés lo son con creces, pero sus adornos no semejan nunca añadidos extraños, sino que se imbrican con naturalidad en un discurso articulado cuidadosamente en torno a sus puntos cadenciales.

Ton Koopman

Ton Koopman (clave). Obras de Sweelinck, Valente, Cabezón, Macque, Gabrieli, Carreira, Aguilera de Heredia, Gibbons, Philips y Byrd. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid, 29 de octubre.

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