Entre el paro y el hastío por los partidos

La tregua de ETA asegura una mayor afluencia a las urnas de una juventud vasca desencantada por el paro

Cuatro jóvenes discuten en torno a una mesa en la plaza Centenario de San Sebastián. "Tío, tienes que votar, no puedes abstenerte", le conmina un amigo a otro. "Total, para qué. Ninguno me va a dar un trabajo, ni va a solucionar mis problemas. Me da igual que se consiga o no la autodeterminación o que valga el Estatuto. Yo lo que quiero es un trabajo para comer". No es una discusión extraña entre los jóvenes vascos. Tampoco su trasfondo es banal. Los datos lo atestiguan.El 40% de los vascos menores de 25 años se encuentra en paro. El desempleo azota sin piedad a toda una generación, paradó...

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Cuatro jóvenes discuten en torno a una mesa en la plaza Centenario de San Sebastián. "Tío, tienes que votar, no puedes abstenerte", le conmina un amigo a otro. "Total, para qué. Ninguno me va a dar un trabajo, ni va a solucionar mis problemas. Me da igual que se consiga o no la autodeterminación o que valga el Estatuto. Yo lo que quiero es un trabajo para comer". No es una discusión extraña entre los jóvenes vascos. Tampoco su trasfondo es banal. Los datos lo atestiguan.El 40% de los vascos menores de 25 años se encuentra en paro. El desempleo azota sin piedad a toda una generación, paradójicamente la más preparada, que no encuentra un fundamento sobre el que asentar su proyecto de futuro. El entusiasmo con el que los jóvenes se asoman al mercado laboral se transforma en abierta desilusión cuando fracasan repetidamente en su empeño de buscar un trabajo o sólo encuentran un empleo en precario que apenas les da para nada.

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En la Margen Izquierda vizcaína -donde el paro ha llegado a alcanzar al 55% de los jóvenes- o en el entorno de la guipuzcoana Bahía de Pasajes, las zonas más deprimidas del País Vasco, se puede asistir a un espectáculo gráfico y demoledor. A media mañana, sobre los bancos de cualquier parque, se cuentan tantos ancianos jubilados como jóvenes en edad de trabajar.

La otra cara de la moneda es el Goierri guipuzcoano, el santuario en el que el fantasma del paro desaparece. De los 2.590 alumnos matriculados en la Universidad de Mondragón, dependiente del grupo cooperativo del mismo nombre, 850 compatibilizan sus estudios con trabajos en empresas filiales del grupo. Es la más llamativa de las excepciones.

En Euskadi, como en otros puntos de España, psicólogos titulados pueden ejercer su profesión tras la barra de un bar o un periodista satisfacer sus inquietudes culturales como acomodador de un cine cualquiera. En estas condiciones, pocos pueden independizarse de sus familias antes de llegar a la treintena, según constata el último estudio sociológico del Gobierno vasco. A la realidad laboral hay que sumar los precios de la vivienda. Vitoria y San Sebastián figuran entre las cinco ciudades más caras de España en cuanto a metro cuadrado construido. Los precios se han disparado y el presidente del Consejo de la Juventud, Gorka Barroeta, cree es necesario un cambio de mentalidad hacia el alquiler y una política social de vivienda más asequible.

La decepción ha ido mermando a una juventud vasca ya tradicionalmente alejada de los reclamos electorales. Sabino Ayestarán, catedrático de Psicología Social de la Universidad del País Vasco, ve el abstencionismo juvenil como una consecuencia más de su desencanto. Cree que no sólo ha hecho mella en ellos el paro; también el conflicto estancado de la violencia terrorista, que ha generado un hastío por la clase política, incapaz de dar salida a esta situación. "La juventud", afirma Ayestarán, "está comprometida con la política, pero no con los partidos. El 70% no vota; en todo caso, sospecho que va a haber un movimiento hacia las urnas el 25 de octubre". Barroeta también ratifica esta impresión. La clave vuelve a estar en el alto el fuego de ETA. "Hay una conciencia más aguda de responsabilidad. La tregua ha calado también entre los jóvenes que creen que cada uno, desde su parcela, debe resolver el tema de la conciliación". Lo que diferencia a la juventud vasca de la del resto de España, asegura Ayestarán, es "el concepto de paz". "Aquí la gente joven cree que no es sólo ausencia de violencia, sino que pasa también por cambiar las estructuras y relaciones con el poder. Aspira, más que nadie, a construir la democracia de abajo a arriba. La juventud vasca no es que sea mayoritariamente nacionalista, pero sí está, en general, a favor de la autodeterminación".

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A pesar de este cansancio, también hay quien siente suya esta lucha: las juventudes de los partidos, que coinciden en mucho, a pesar de las diferencias. Iñaki Ortega, presidente de Nuevas Generaciones del PP; Unai Andraka, de EGI, las juventudes del PNV, o Mónica Marañón, de la nueva hornada del PSE, aspiran a cambiar la sociedad y, sobre todo, a dar un vuelco a la situación que viven los jóvenes. Eso sí, cada uno a partir de un proyecto de país distinto, pero todos en un marco mucho más esperanzador que el de las pasadas elecciones, que augura el fin de la violencia.

A todos les preocupa el euskera. También a Ayestarán, que cree que ésta es una de las claves para la reconciliación. "Sobre todo en Guipúzcoa", afirma, "es el problema más grave del nacionalismo".

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