Tribuna:

Basura

MIQUEL ALBEROLA Nada ofrece más información sobre uno mismo que los residuos que genera. En el interior de la bolsa de la basura se encuentra toda la identidad intelectual y política de cualquier ciudadano. Sólo hay que hacerle la autopsia al contenido y empezar a leer ese historial entre los desperdicios que ha producido al dictado de su cerebro y sus circunstancias. En realidad, ese montón de desechos es uno mismo en otra dimensión. La espina de merluza, las sobras del cocido, las colillas, las cáscaras de huevo, los huesos de ala de pollo, el "brick" de zumo, el aerosol del ambientador, lo...

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MIQUEL ALBEROLA Nada ofrece más información sobre uno mismo que los residuos que genera. En el interior de la bolsa de la basura se encuentra toda la identidad intelectual y política de cualquier ciudadano. Sólo hay que hacerle la autopsia al contenido y empezar a leer ese historial entre los desperdicios que ha producido al dictado de su cerebro y sus circunstancias. En realidad, ese montón de desechos es uno mismo en otra dimensión. La espina de merluza, las sobras del cocido, las colillas, las cáscaras de huevo, los huesos de ala de pollo, el "brick" de zumo, el aerosol del ambientador, los huesos de aceituna y la botella de vino constituyen un retrato muy certero de quien lanza la bolsa al contenedor. Más aproximado incluso que la declaración de Hacienda. Nadie sabe tanto de esto como los mendigos que van efectuando prospecciones en la psicología del vecindario en el interior de cada contenedor durante la noche. Estas exploraciones resultan tan instructivas que algunos indigentes se han convertido en grandes científicos capaces de averiguar el origen de la bolsa de basura que están destripando, la solvencia económica y la cara de quien la ha producido, pero también cuál sería su actitud ante una situación límite, el grado de conmoción por el medio ambiente y su sentimiento de solidaridad. A través de estos datos poseen el sondeo más sincero y completo sobre la población, por eso casi siempre sonríen frente a los escaparates con televisores encendidos a la hora del telediario. A menudo la policía, ante las denuncias del vecindario, detiene a ciudadanos que viven encerrados en sus pisos rodeados de bolsas de basura. Se aferran a ellas como si tratara de un territorio que hubiesen heredado de sus antepasados. En realidad sólo quieren proteger su intimidad y afirmar la personalidad amontonando a su alrededor todo cuanto son. Se trata de otra clase de patriotismo. Uno es, sobre todo, aquello de lo que se desprende. Desde que nace no hace más que soltar pelos, trozos de uñas, pedazos de piel, muelas, dientes, y otros lastres no menos biológicos. Por eso algunos sociólogos se inspiran en las plantas de tratamiento de residuos.

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