Tribuna

Ampliación del aborto y ética profesional del médico

Conviene echar cuentas sobre un aspecto que está ausente en las discusiones de estos días en torno al aborto: ¿qué pasará con la ética profesional de los médicos si se aprobara la propuesta de ley que se debate hoy en el Congreso?Hasta ahora, el aborto en España ha funcionado con enorme eficacia. España es, según datos de Population Roports, uno de los siete países del mundo donde el aborto voluntario puede ser obtenido libremente y sin riesgo para la salud de la mujer. Eso ha sido posible, a pesar de lo restrictivo de la ley que ahora se quiere ampliar, gracias a la actitud adoptada por el Es...

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Conviene echar cuentas sobre un aspecto que está ausente en las discusiones de estos días en torno al aborto: ¿qué pasará con la ética profesional de los médicos si se aprobara la propuesta de ley que se debate hoy en el Congreso?Hasta ahora, el aborto en España ha funcionado con enorme eficacia. España es, según datos de Population Roports, uno de los siete países del mundo donde el aborto voluntario puede ser obtenido libremente y sin riesgo para la salud de la mujer. Eso ha sido posible, a pesar de lo restrictivo de la ley que ahora se quiere ampliar, gracias a la actitud adoptada por el Estado y las comunidades autónomas con respecto a las clínicas privadas de aborto. Ellas, con su trabajo monótono, pero lucrativo, han estado haciendo, año tras año, la casi totalidad (el 98%, según datos oficiales) de las intervenciones abortivas. Sospecho que los promotores de la nueva ley tratan de subsanar lo llamativo de que coexistan una ley restrictiva con una práctica tolerante.

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Si la ley se aprobara, la ética médica cambiaría. Ya no podrán los médicos, en especial los ginecólogos, seguir viviendo de espaldas al aborto. Éste los absorberá porque la nueva ley choca con la ética médica profesional en varios puntos. Voy a referirme aquí a sólo dos de ellos: la pérdida de libertad del médico y la trivialización del proceso de toma de decisiones clínicas.

La libertad médica amenazada. En el nuevo artículo 4, con lenguaje velado en la forma, pero inquietante en el fondo, el legislador establece que el aborto es la solución terapéutica única e indeclinable para ciertas situaciones de riesgo vital de la gestante; por lo que no cabe entonces objetar en conciencia: no practicar un aborto puede constituir conducta punible de denegación de auxilio debido. Es ésta una norma dogmática que disipa dudas legítimas y perturba el proceso de toma de decisiones clínicas basadas en pruebas. Asfixia, además, esa manifestación de dignidad humana que es la objeción sincera. El obstetra, a la sombra de esta ley, ya no se sentirá llamado a salvar a la vez la vida de la madre y del feto, dejará de ver que está ante dos seres por igual valiosos. El aborto, indicado o no, será siempre la alternativa legalmente más segura, in dubio pro aborto. La obstetricia de alto riesgo irá languideciendo, sacrificada al aborto preventivo.

La nueva ley limitará la autonomía de la gestante, pues el médico puede hacer el aborto prescindiendo del parecer de la gestante. El artículo 1, a)amplía peligrosamente el poder médico: en las meras urgencias, no en las urgencias extremas, podrá el médico prescindir del dictamen de un especialista y del consentimiento informado de la mujer.

Pero el daño para la profesión médica no será sólo científico. Trágica e inevitablemente, incluso en el mejor de los mundos, morirán algunas mujeres al dar a luz a sus hijos: siempre habrá una tasa de mortalidad materna, mínima, pero irreductible. El artículo 4 de la propuesta de ley implica, en su primera parte, la posibilidad judicial de llevar todo caso de muerte materna a un litigio por mala práctica, pues siempre se podrá sospechar que una muerte materna se deriva de no haber practicado un aborto a tiempo.

¿No sería mucho más elegante y digno transcribir a la ley española el artículo 6 de la británica del aborto: "Ningún médico o enfermera podrá ser obligado a participar en la operación autorizada por esta ley"?

La trivialización del proceso de toma de decisiones médicas. Lo digo con infinito respeto: es una pretensión ilusoria que una mujer, en plena salud, pueda llegar a la conclusión racional de que continuar su embarazo le supone un conflicto personal, familiar o social semejante al que experimentaría si estuviera en riesgo inminente de perder la vida o la salud.

Por ahí fuera, la cuarta indicación no necesita razones: se basa en el libre arbitrio de la mujer, en su privacidad. Los centros de asesoramiento cumplen una función fútil, meramente burocrática. Quienes los atienden caen muy pronto en la rutina, en una fatiga ética invencible. Cuando han querido informar seriamente a la gestante sobre lo que es un aborto, no con vídeos de aborto-carnicería, sino con la imagen ecográfica del feto en tiempo real, las mujeres reaccionan diciendo: "¡Pero si es un niño, es mío y está vivo!".

Por desgracia, eso está prohibido. Siguiendo el parecer de la Corte Suprema de los Estados Unidos, se ha difundido la idea de que esa información roba a las mujeres la libertad de abortar.

La proposición de ley empobrece la ética profesional. El médico no participará en el proceso de decisión. Se convierte en un mero mecánico. La mujer viene ya con su decisión tomada, con consentimiento, muchas veces desinformado, a servirse no de los conocimientos científicos y de la responsabilidad ética del médico, sino sólo de sus habilidades técnicas. La desconexión entre técnica y ética es la antesala de la peligrosa sumisión del médico a los poderes sociales. Y la sociedad no necesita médicos esclavos, sino médicos libres.

Gonzalo Herranz es catedrático de Histología, Embriología y Anatomía Patológica, y profesor de Ética Médica en la Universidad de Navarra

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