FERIA DE LOGROÑO

Puyazos hasta la extenuación

Empezó la feria matea y la orden a los del castoreño resultó evidente: "Hay que pegar a los toros hasta tundirlos". Y los del castoreño, haciendo buena la voz de su amo, se aplicaron a cumplir el recado como un solo hombre hasta la extenuación.Daba igual la catadura mansa del toro, que pidiera pelea o que fuera suelto a las tablas, el caso era barrenar en la paletilla o en el espinazo, en el mejor de los casos, hasta que la desafiante estampa pasaba a encogerse de forma definitiva.

Y eso que desde por la mañana la autoridad de la plaza les había avisado que todos los toros iban a ir dos...

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Empezó la feria matea y la orden a los del castoreño resultó evidente: "Hay que pegar a los toros hasta tundirlos". Y los del castoreño, haciendo buena la voz de su amo, se aplicaron a cumplir el recado como un solo hombre hasta la extenuación.Daba igual la catadura mansa del toro, que pidiera pelea o que fuera suelto a las tablas, el caso era barrenar en la paletilla o en el espinazo, en el mejor de los casos, hasta que la desafiante estampa pasaba a encogerse de forma definitiva.

Y eso que desde por la mañana la autoridad de la plaza les había avisado que todos los toros iban a ir dos veces al caballo. El resultado fue nulo, ya que en el primer encontronazo los castigaban como si nunca fueran a picar más.

Zalduendo / Joselito, Barrera, Mora

Toros de Zalduendo, bien presentados aunque desiguales de romana; encastados y con poca fuerza; 1º muy noble y 5º de encastada nobleza.Joselito: aviso y palmas; oreja. Vicente Barrera: silencio y ovación. Eugenio de Mora: silencio y oreja. Plaza de Logroño, 21 de septiembre. 1ª corrida de feria. Algo más de tres cuartos de entrada.

Pero los de Zalduendo resultaron contestones, y aunque salían sueltos, pronto fijaban sus embestidas en los nerviosos engaños. Joselito se encontró con un primer astado que desarrolló una excepcional nobleza. El madrileño no llegó a cuajarlo y se perdió pronto en la porfía de los derechazos. Después, en el cuarto toro de la tarde, llegó la oreja tras una faena basada en el unipase y en un epílogo encimista que le sirvió para meterse a la bondadosa afición en su esportón.

Vicente Barrera deambuló toda la tarde utilizando los engaños como cinturones coléricos. Su actuación se basó en dos pilares de arena: la descolocación y los pases de alivio. Las tandas que dio duraban dos muletazos, desvaídos los más, y un pase de pecho con el engaño hecho un ovillo. Se dejó ir un toro que embestía con encastada boyantía, que le desbordó en todos los tercios y que descubrió sus carencias como lidiador.

Eugenio de Mora triunfó en el sexto. Una oreja basada en una buena estocada, de fulminante muerte, y una faena encimista en la que destacaron, al menos, dos buenos pases de pecho.

En su primer toro poco pudo hacer. El animal, el más justo de casta, se tumbó tras sufrir una carnicería en el tercio de varas. Su morrillo parecía un surtidor.

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