LAS VENTAS

Tres horas

La novillada duró tres horas; se dice pronto. Tres horas metidos en Las Ventas, prácticamente para nada. Estar tres horas en los toros debe de ser casi indecente. A los que se pasan tres horas en los toros sin razón que lo justifique es probable que les pidan cuentas el día del Juicio Final.Transcurrían las horas y no sucedía apenas nada digno de mención. El buen corte torero que lució el debutante Samuel Flores, eso es todo. Cierto que dos de los novillos los devolvieron al corral, pero no tenían la culpa. Los pobres se metieron rápido, sin hacer caso de los cabestros, cuya utilidad para esto...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La novillada duró tres horas; se dice pronto. Tres horas metidos en Las Ventas, prácticamente para nada. Estar tres horas en los toros debe de ser casi indecente. A los que se pasan tres horas en los toros sin razón que lo justifique es probable que les pidan cuentas el día del Juicio Final.Transcurrían las horas y no sucedía apenas nada digno de mención. El buen corte torero que lució el debutante Samuel Flores, eso es todo. Cierto que dos de los novillos los devolvieron al corral, pero no tenían la culpa. Los pobres se metieron rápido, sin hacer caso de los cabestros, cuya utilidad para estos menesteres ya empieza a ponerse en duda.

Sacan los cabestros y es el cabestrero quien tiene que hacer de cabestro. Los cabestros irrumpen cansinos, olisquean el arenal por si se ha producido un milagro y brota allí hierba, sueltan la gran cagada, ponen perdido el ruedo y cuando les dan la orden de marcha trotan apresurados el camino de retorno. Mientras, el cabestrero Florito -oficialmente el mayoral, que es de más alta graduación- hubo de dedicarse a llamar la atención del toro devuelto para que se reintegrara al hogar -caso del tercero- o es el propio toro el que se va por que le da la gana -caso del sexto-.

Sorando / López, Coelho, Mora

Novillos de Román Sorando (dos devueltos por inválidos), muy bien presentados, flojos, mansos, pastueños. Sobreros de Palomo Linares, de magnífico trapío: 3º, bravo; 6º, manso declarado.Samuel López, de Albacete, nuevo en esta plaza: dos pinchazos, estocada delantera -aviso- y dobla el novillo (palmas y también protestas cuando saluda); estocada, ruedas de peones y descabello (petición minoritaria y vuelta). Mario Coelho: primer aviso antes de matar, dos pinchazos, estocada corta atravesada, rueda de peones -segundo aviso- y dos descabellos (silencio); media atravesada, siete descabellos -aviso- y descabello (silencio). José Mora: media trasera atravesada y descabello (silencio); estocada trasera atravesada (silencio). Plaza de Las Ventas, 20 de septiembre. Media entrada.

Cuanto queda dicho duró poco. Duraron mucho más otras naderías, como el tiempo que tarda el presidente en ordenar que salga cada toro, en tanto los areneros soban la arena con los rastrillos; el desarrollo de los tercios, inacabables aunque carezcan de contenido; los derechazos que pega la terna.

El principal causante del desaguisado fue Mario Coelho. Éste novillero ha debido de creerse que el toro es suyo, que la plaza es suya, que el tiempo es suyo, que la gente está a su disposición. En pleno disloque derechacista el presidente le envió un aviso y luego aún le caería otro. Bien es cierto que esa faena, segunda de la tarde, la empezó con halagüeñas expectativas: la muleta en la izquierda; para los naturales, que constituyen la verdad del toreo. Dos tandas le salieron con escasa templanza, pasó a los derechazos y pues debía de sentirse ahí más seguro, se puso a pegarlos y no veía el fin.

Su faena al quinto también careció de templanza y de mesura. Las formas toreras que ofreció Mario Coelho no permiten hacerse demasiadas ilusiones. Con el capote se quedó en discreto; tomó banderillas y ejecutó con mediocridad las suertes. Estuvo simplemente bullidor, lo que no pareció mucho.

José Mora, anunciado triunfador de anteriores comparecencias, no justificó tanto optimismo. Su toreo fue absolutamente anodino. Le faltaba ritmo; ese esencial ejercicio de acompasar con la cintura los lances y los pases para sustanciar el toreo. Siempre muy estirado y componiendo posturas pintureras, dejaba las suertes inconclusas, se limitaba a dar medios pases, sin gracia y sin temple.

Con el debutante llegó la sorpresa. El debutante Samuel López, ya mayorcito -tiene 28 años- trajo un toreo de buen corte, finas hechuras para interpretarlo, cabal sentido del toreo. Instrumentó unas chicuelinas excelentes, luego mejoradas en un elegante galleo, y sus dos faenas poseyeron sentido lidiador. Quiere decirse que no consistieron en una sucesión arbitraria de pases -según la moda- sino que estuvieron bien contruídas, cada una de las suertes que ejecutó encajaba perfectamente en el desarrollo lógico del trasteo, interpretó con templanza y ajuste el redondo y el natural, y ligó toreramente el conjunto final de ayudados, trincherillas, altos y pases de la firma.

Esa sensación dio el debutante y lo que extraña es que haya tardado tanto en venir. Samuel López ha debutado de novillero en Madrid a la edad en que otros van de retirada. Entendámonos: que deberían ir de retirada. Porque aquí -a salvo algún veterano- no se retira nadie. Tal como está la fiesta podrían llegar a octogenarios llevándoselo crudo. Véase Curro.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En