Yeltsin usa la guerra fiscal con Gazprom como bandera de su reforma económica

El presidente de Rusia, Borís Yeltsin, puso ayer sobre la mesa todo el peso de su poder semiabsoluto y convirtió la guerra abierta con el gigante gasístico Gazprom en ejemplo de que no habrá ni excepciones ni favoritismos en la lucha contra la evasión fiscal, una de las claves de la crisis financiera que tiene a Rusia al borde del abismo. El líder del Kremlin se reunió con Rem Viájirev, presidente de la principal empresa del país para decirle que ésta debe romper el círculo vicioso del impago de impuestos y le dio 24 horas para pasar por caja.

Yeltsin respaldó de forma expresa el desafí...

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El presidente de Rusia, Borís Yeltsin, puso ayer sobre la mesa todo el peso de su poder semiabsoluto y convirtió la guerra abierta con el gigante gasístico Gazprom en ejemplo de que no habrá ni excepciones ni favoritismos en la lucha contra la evasión fiscal, una de las claves de la crisis financiera que tiene a Rusia al borde del abismo. El líder del Kremlin se reunió con Rem Viájirev, presidente de la principal empresa del país para decirle que ésta debe romper el círculo vicioso del impago de impuestos y le dio 24 horas para pasar por caja.

Yeltsin respaldó de forma expresa el desafío lanzado el día anterior por su primer ministro, Serguéi Kiriyenko, quien amenazó -y empezó a pasar a la acción directa- con romper el contrato que permite a Viájirev representar el 35% de las acciones que el Estado tiene en la compañía. Es más, ordenó confiscar propiedades no productivas pero de gran interés para los directivos, como yates, casas de campo, automóviles, piscinas y pabellones de caza.Ambas decisiones quedaron en suspenso -que no anuladas- al alcanzarse un acuerdo que, de cumplirse, hará que, desde julio, Gazprom pague más de 90.000 millones de pesetas al mes en impuestos al Estado, unas cuatro veces más que hasta ahora. La deuda acumulada se acerca a los 400.000 millones, casi la quinta parte de lo que Rusia pide al Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar la hecatombe financiera.

En la Duma ha sentado a cuerno quemado el ataque contra Gazprom, uno de los tres grandes monopolios -junto al eléctrico y el de ferrocarriles- que, según la oposición, pretende romper el FMI. Gazprom es una importante base de poder para quien la controle. Hasta hace poco se consideraba un feudo de Víktor Chernomirdin, pero las cosas han cambiado desde que éste fue defenestrado como primer ministro a finales de marzo.

Los parlamentarios aprobaron ayer una resolución en la que ponían el dedo en otra llaga: que no sólo es Gazprom quien debe al Estado, sino que también el Estado debe a Gazprom. De hecho, con la economía por los suelos, son legión las empresas públicas y privadas que no pueden pagar la factura del gas. Si de repente, se les cortara el suministro, sería una catástrofe.

Amenaza de confiscación

En esas condiciones, la Duma pide que se retire la amenaza de confiscación de activos de la compañía y de congelación de sus cuentas bancarias. Aún más, considera que, con sus acciones, el Gobierno amenaza con destruir industrias clave y de importancia estratégica para el país. El curso de los acontecimientos tiene a Yeltsin de un humor de perros, como reconoció el portavoz presidencial, Serguéi Yastrzhembski, que desmintió los rumores de que la frágil salud de su jefe se ha vuelto a resentir. El diario nacionalista y extremista Savtra llegó a publicar que, durante una reciente visita a Kostromá, se pasó a escondidas con el coñac y estuvo al borde de un ataque de apoplejía.Lo que está claro es que el humor del líder de la segunda potencia nuclear del planeta no habrá mejorado al saber que los mineros del carbón volvieron a cortar ayer, en la región de Kemerovo, el ferrocarril transiberiano. Los huelguistas no sólo exigen cobrar sus salarios, sino un cambio de política y que Yeltsin deje el Kremlin.

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Ayer, la Duma, en la que comunistas y nacionalistas son mayoría, aprobó por 316 votos contra 1 una ley que fija los mecanismos para sacar a Yeltsin del poder por cada una de las causas que estipula la Constitución: su propia renuncia, su incapacidad por motivos de salud y la condena en juicio político por el Parlamento. Este último está ya en marcha, aunque con pocas posibilidades de éxito.

La Duma aprobó ayer en segunda lectura la principal sección del código fiscal, que enumera los derechos y deberes de los contribuyentes y especifica las atribuciones del Estado y las autoridades regionales y locales. La tercera lectura se espera para el día 16, cuando comienzan las vacaciones parlamentarias. Ésa es también la fecha tope puesta por Yeltsin y Kiriyenko para que sea aprobado el paquete anticrisis de más de 20 leyes con el que se pretende evitar el hundimiento financiero y devolver la confianza a los mercados.

Hasta ahora, los diputados, enfrentados a una implícita amenaza de Yeltsin de disolver la Duma, prestan una acogida poco entusiasta al programa, aunque están aprobando las leyes a trancas y barrancas.

Por otro lado, Yeltsin presidió ayer una reunión del Consejo de Seguridad en la que destacó que la fuerza atómica está bajo control absoluto y constituye uno de los principales factores que contribuyen a la seguridad del país. Tras la reunión, un alto funcionario citado por la agencia Itar-Tass, aseguraba que Rusia está en condiciones de volver a ser una superpotencia nuclear en el tercer milenio. Y defendió la necesidad de que la Duma acabe con su desesperante bloqueo y ratifique cuando antes el tratado START II de limitación de armas de largo alcance suscrito con EEUU, así como de negociar el START III, que prevé reducciones adicionales.

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