Asesinan a tiros en un hotel de Centro a dos hombres maniatados y amordazados

La recepción del hotel Reyes Católicos, en la calle del Ángel (Centro), abrió a las 5.15 de ayer sus puertas a un oscuro enigma que dejó como tarjeta de visita una mujer de 49 años acuchillada en el cuello y los cadáveres de Rubén Darío Vallina Gamero, recepcionista, de 20 años, y Juan Ignacio Arranz Sierra, de 37, tirados en la escalera. Ambos fueron maniatados por la espalda, amordazados con trapo y cinta aislante, y luego, siempre según las primeras versiones, asesinados a balazos de escopeta y posiblemente acuchillados. La policía desconocía ayer el móvil del doble crimen.

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La recepción del hotel Reyes Católicos, en la calle del Ángel (Centro), abrió a las 5.15 de ayer sus puertas a un oscuro enigma que dejó como tarjeta de visita una mujer de 49 años acuchillada en el cuello y los cadáveres de Rubén Darío Vallina Gamero, recepcionista, de 20 años, y Juan Ignacio Arranz Sierra, de 37, tirados en la escalera. Ambos fueron maniatados por la espalda, amordazados con trapo y cinta aislante, y luego, siempre según las primeras versiones, asesinados a balazos de escopeta y posiblemente acuchillados. La policía desconocía ayer el móvil del doble crimen.

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La hipótesis de un atraco era puesta en duda por algunos empleados de la residencia. Éstos señalaron que por la noche apenas hay dinero en el establecimiento. También destacaron que el hotel, de tres estrellas y muy frecuentado por turistas al estar situado en el casco antiguo de la capital, ya ha sufrido algún robo, pero sin que se registrasen heridos. "Rubén jamás se habría resistido, ninguno lo haríamos, aquí por las noches apenas hay dinero y nadie se enfrenta a un ladrón armado", dijo un empleado.De hecho, hace tres meses, según los amigos de Rubén, unos atracadores irrumpieron en el hotel. En aquella ocasión, Rubén se escondió en la recepción y avisó a la policía. Los ladrones no encontraron dinero y huyeron.

Otro interrogante del caso procede de la relación entre los dos fallecidos, ambos sin antecedentes policiales. Sus amigos y familiares niegan que se conociesen. Rubén Darío, el recepcionista, llegó hace 10 meses a Madrid, procedente de Málaga. Su sueño era triunfar como modelo en la capital. Se hizo fotografías promocionales y a los dos meses consiguió empleo como recepcionista en el hotel.

Arranz procedía de Tembleque (Toledo), localidad que, según su familia, abandonó hace más de diez años para trabajar como camarero en Madrid. Vivía solo y desde hace tres años estaba empleado en un restaurante ruso, cercano al lugar de los hechos. ¿Qué hacia allí la noche del crimen?

La policía no despejó esta incógnita. En la tarde de ayer, los agentes revisaban los ficheros del hotel para descubrir si Arranz había entrado como cliente. El director del establecimiento también desconocía este extremo. Los investigadores tampoco habían podido tomar declaración a Margarita Vázquez, de 49 años, la mujer que supuestamente presenció el crimen y que se escapó del hotel con una cuchillada en el cuello. Luego tomó un taxi y se dirigió al hospital Clínico, donde quedó hospitalizada. Aunque su vida no corría peligro, la policía señaló que los médicos no habían autorizado a sus agentes a tomarle declaración.

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Para aumentar aún más el misterio, el lugar exacto del asesinato también era objeto de discusión. La primera versión policial mantenía que el cadáver de Arranz fue hallado en el segundo piso y el del recepcionista en el primero, lo que dio pie a los agentes a pensar que Rubén fue asesinado tras oír tiros en el segundo piso, en el que posiblemente también estuviese la mujer. Los médicos del servicio de ambulancias Samur, sin embargo, señalaron que cuando ellos llegaron los cadáveres estaban tirados, a un metro de distancia, en una escalera a la que se accede desde un despacho de la recepción. La entrada al hotel se efectúa previa llamada desde el exterior a la recepción. Desde este sitio, por medio de un espejo, se ve quién está llamando y se abre la puerta acristalada del hotel. "Es difícil que Rubén abriese así como así al asesino. Si entró de la calle, lo vio primero", señaló un vecino de la calle del Ángel.

Poco después del crimen, una familia estadounidense -padre, madre e hija- bajó las escaleras del hotel. En la recepción se encontraron con los dos cadáveres. Aterrorizados, regresaron corriendo a su habitación, donde se encerraron. Justo en ese momento hacía acto de presencia la policía, que empezó a aporrear las puertas para que los clientes saliesen. La familia tomó a los agentes por los asesinos y se encaminó a la ventana para pedir auxilio. En un papel escribieron un mensaje de socorro en inglés y lo lanzaron a la calle. Como la policía no sabía inglés, el jefe de guardia del Samur tomó las riendas del asunto y, voz en grito, tranquilizó en su idioma a la familia. La chica, de 13 años, fue trasladada al hospital del Niño Jesús afectada por una fuerte crisis nerviosa.

El hotel fue acordonado por la policía. Los agentes lo inspeccionaron y ordenaron su cierre hasta mañana.

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