Cartas al director

Algo huele a podrido

A la luz de la polémica surgida en EE UU entre Bill Gates y el Departamento de Justicia por la instalación del navegador de Internet Explorer en el nuevo Windows 98, hay dos o tres cuestiones que me llaman poderosamente la atención. La primera de ellas es también la más obvia: ¿cómo es posible que un fiscal se escandalice de que una empresa explote todas las oportunidades que le ofrece el mercado desde su posición hegemónica? Este tipo de actitudes recuerdan al niño que, jugando a policías y ladrones en el patio del colegio, cuando está a punto de ser capturado por un compañero, se da la vuelt...

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A la luz de la polémica surgida en EE UU entre Bill Gates y el Departamento de Justicia por la instalación del navegador de Internet Explorer en el nuevo Windows 98, hay dos o tres cuestiones que me llaman poderosamente la atención. La primera de ellas es también la más obvia: ¿cómo es posible que un fiscal se escandalice de que una empresa explote todas las oportunidades que le ofrece el mercado desde su posición hegemónica? Este tipo de actitudes recuerdan al niño que, jugando a policías y ladrones en el patio del colegio, cuando está a punto de ser capturado por un compañero, se da la vuelta y le grita «no vale, has hecho trampa, volvemos a empezar». Que el libre mercado salvaje practicado y exportado por EE UU tiene estos riesgos, es algo que no debería sorprender a nadie... y menos al padre de la criatura. Pero, con este proceso judicial contra Microsoft, la fiscal general de Estados Unidos, Janet Reno, suscita una duda: ¿es razonable pensar que, si la demanda judicial interpuesta tiene éxito, la Administración de Clinton abandonará sus posiciones hegemónicas y monopolísticas en todos los mercados internacionales, contagiada de ese espíritu social que parece haber recalado en la Casa Blanca?- .

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