Reportaje:

Una fuga fugaz

Fue una de las fugas de presos más espectaculares de la historia contemporánea española. El pasado 22 de mayo se cumplieron 60 años de una evasión trágica dirigida por 30 reclusos y en la que participaron 795 presos republicanos, muchos de ellos vascos. Estaban encerrados en condiciones infrahumanas en el Fuerte Militar de San Cristóbal, que, abandonado ya por el Ejército, domina Pamplona. 568 de ellos fueron capturados, pero 554 murieron antes de acabar la guerra civil. 185 fueron asesinados a sangre fría en las horas siguientes a la evasión, en montes y localidades cercanas a la capital nava...

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Fue una de las fugas de presos más espectaculares de la historia contemporánea española. El pasado 22 de mayo se cumplieron 60 años de una evasión trágica dirigida por 30 reclusos y en la que participaron 795 presos republicanos, muchos de ellos vascos. Estaban encerrados en condiciones infrahumanas en el Fuerte Militar de San Cristóbal, que, abandonado ya por el Ejército, domina Pamplona. 568 de ellos fueron capturados, pero 554 murieron antes de acabar la guerra civil. 185 fueron asesinados a sangre fría en las horas siguientes a la evasión, en montes y localidades cercanas a la capital navarra. Sólo tres llegaron a Francia. Algunos de los supervivientes, como el octogenario Jacinto Ochoa, comunista de Ujué, exiliado y preso en numerosas cárceles, aún viven. Ochoa acude todos los años a recordar la gesta y a sus compañeros, abatidos a tiros en las faldas del monte o fusilados en la Plaza del Castillo a los pocos días. Sin embargo, sólo uno de ellos, el cerebro de la fuga, Leopoldo Picó, figuró oficialmente como "fusilado". No olvida a los 290 fugados que, tras ser conducidos de nuevo al fuerte, murieron al poco tiempo "por enfermedad", según la oscura documentación de un franquismo que se afanó por que nada se supiera. Un sencillo monolito en las faldas de esta montaña, con la inscripción "Por la libertad y la República dieron la vida", recuerda a los evadidos. El pasado viernes Ochoa acudió un año más a San Cristóbal. "Gracias por estar aquí, por extender el significado de esto a un saludo a la libertad en general", dijo el octogenario, txapela en mano, en un acto convocado por partidos políticos y ayuntamientos de la zona. "Fue la libertad lo que nos impulsó a salir a jugárnosla como fuera", añadió el histórico republicano, quien aún se cartea con otros supervivientes guipuzcoanos y con su amigo segoviano Leopoldo Cámara. "Leopoldo me dice que ya no puede venir, que no está en condiciones", explicó Jacinto. La fortaleza del monte San Cristóbal se levantó como bastión de Pamplona entre 1878 y 1910. Pero pronto fue utilizada como prisión. En 1934 recibió a miles de asturianos y eibarreses tras la Revolución de octubre. Después de la sublevación franquista, sus lúgubres galerías albergaban a casi 2.500 prisioneros políticos republicanos de toda España. En la noche del 22 de mayo de 1938, en media hora, desarmaron a varios guardias y, tras apoderarse de sus armas, fueron tomando los pabellones de la tropa. Después, salieron al monte con sus armas: trozos de cañería de plomo, una llave inglesa, un martillo de albañil o un martillete de fontanero. La inmensa mayoría de los que huyeron -apenas había ocho navarros entre ellos- desconocía dónde se encontraba. Creían que Francia estaba cerca. La desbandada facilitó su captura. El caos fue tal que muchos creyeron que se había decretado su libertad. Cayeron apresados horas después cuando esperaban, con calma, al tren en la estación Pamplonesa.

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