Inspiraciones sospechosas y habituales

El caso del cartel de las fiestas de Bilbao dista mucho de ser el único. La falta de originalidad unida a la falta de escrúpulos y las carencias de la mayoría de los jurados son una caldo de cultivo perfecto para que los más pillos se saquen un dinero a costa del ingenio de otros. En Vitoria, hace ocho años, también se echó para atrás al cartel ganador para anunciar las fiestas de la Virgen Blanca, por ser una copia casi exacta del que anunció los festejos en 1916. El autor, Pedro Viana, que fue parlamentario socialista en la primera legislatura del Parlamento vasco, se defendió de los que le...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El caso del cartel de las fiestas de Bilbao dista mucho de ser el único. La falta de originalidad unida a la falta de escrúpulos y las carencias de la mayoría de los jurados son una caldo de cultivo perfecto para que los más pillos se saquen un dinero a costa del ingenio de otros. En Vitoria, hace ocho años, también se echó para atrás al cartel ganador para anunciar las fiestas de la Virgen Blanca, por ser una copia casi exacta del que anunció los festejos en 1916. El autor, Pedro Viana, que fue parlamentario socialista en la primera legislatura del Parlamento vasco, se defendió de los que le acusaban de haber tomado el pelo a la ciudad entera aduciendo que había hecho "un gran trabajo de coloreado y rotulación". Aparte de esto, el blusa sentado con su paraguas en una barandilla de la ciudad era calcado al otro. En 1988, los organizadores del Festival de Cine de San Sebastián estuvieron debatiendo durante largo tiempo si rechazaban un cartel en el que aparecía una larguísima pierna de mujer saliendo de un automovil antiguo. El diseño de Rodrigo Gordo, que hacía habitualmente este trabajo para el festival, recordaba demasiado al de una película. Aunque no era exacto, sí había una similitud evidente en la idea. Al final, el trabajo de Gordo siguió adelante y el diseñador continuó trabajando para el Festival donostiarra. Los carteles no son una cosa que dé mucho dinero, pero los premios pueden oscilar entre el medio millón y las 100.000 pesetas, cantidades que azuzan el ingenio de muchos no sólo para copiar abiertamente, sino para inspirarse con cierto descaro. Hay muchos casos en los que no se puede hablar de plagio ni de copia, pero sí es evidente que las musas visitaron a alguien en algún lugar y otro tiempo, y que luego el cartelista lo aprovechó en su benefició. Sin ir más lejos el cartel de la Aste Nagusia del pasado año (¡el año que se inauguró el Guggenheim!) estaba ostensiblemente basado en los diseños del artista neoyorquino Keith Haring.

Más información
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En