Editorial:

El banco se acomoda

LA CASI total seguridad con la que se presenta la participación de España en el grupo de países inicialmente integrantes de la moneda única está teniendo ya indudables consecuencias favorables. La más clara es esa suerte de dividendo a cuenta que los ciudadanos y las empresas endeudadas reciben por la vía de una reducción de tipos de interés sin precedentes. El nuevo recorte decidido ayer por el Banco de España -hasta dejarlos en el 4,5%- ha reforzado el saneamiento financiero en las empresas, las familias y el sector público, favoreciendo con ello el consumo, la inversión y la reducción adici...

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LA CASI total seguridad con la que se presenta la participación de España en el grupo de países inicialmente integrantes de la moneda única está teniendo ya indudables consecuencias favorables. La más clara es esa suerte de dividendo a cuenta que los ciudadanos y las empresas endeudadas reciben por la vía de una reducción de tipos de interés sin precedentes. El nuevo recorte decidido ayer por el Banco de España -hasta dejarlos en el 4,5%- ha reforzado el saneamiento financiero en las empresas, las familias y el sector público, favoreciendo con ello el consumo, la inversión y la reducción adicional del déficit público.En la determinación de esos tipos de interés (los más bajos desde que en España existen series estadísticas comparables) juegan un papel de especial relieve la reducción de la inflación y del déficit público durante los últimos años. Pero sería muy arrogante atribuirles la responsabilidad exclusiva de esta bonanza financiera: -toda Europa -y en particular los otros diez países que se presume formarán parte del euro en primera convocatoria- están experimentando descensos en sus costes de financiación, que son más explícitos en aquellas economías hasta hace poco consideradas periféricas, cuya situación de partida era más desfavorable.

A partir de 1999, esos 11 países que muy probablemente formarán parte del área del euro dispondrán del mismo tipo de interés oficial, determinado por el Banco Central Europeo. Esa equiparación de tipos de interés se hará mediante la caída de los más elevados. Por ello, el Banco de España se encuentra obligado a reducir su tipo de interés aun cuando la evolución de su guía básica -la tasa de inflación -experimente un comportamiento no tan favorable como en 1997.

Así ha ocurrido con el índice de precios (IPC) conocido el jueves, que aun cuando ha mantenido el 2% en su tasa interanual, apunta elementos preocupantes en su tendencia. El pronunciado descenso de las materias primas -y el petróleo en particular- ha favorecido la repetición de ese registro de la inflación, que deja de ser tan favorable cuando se observan las tensiones en los precios de los servicios (3,6% en tasa interanual) y, en consecuencia, ese repunte en la inflación subyacente hasta el 2,1%, una de las más elevadas de la UE. Es difícil creer que en ausencia de esa presión del rígido calendario de la Unión Monetaria el Banco de España se hubiera mostrado tan complaciente con la evolución de la inflación, en una fase de clara expansión del consumo privado.

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Esta favorable coyuntura macroeconómica debiera tener un correlato en la creación de empleo en nuestra sociedad. No ocurre así: el paro registrado ha vuelto a subir en enero, aunque ese incremento haya sido menor que el de años anteriores. El problema cobra especial alarma si el aumento del desempleo se contempla a la luz de ese sustancial saneamiento financiero y de un crecimiento económico superior al promedio de Europa. La persistencia de ese desequilibrio crucial obliga a abandonar cualquier signo de complacencia. La convergencia real -el empleo, el bienestar- es la condición imprescindible para que los ciudadanos se crean y apoyen de forma sostenida el esfuerzo de la convergencia macroeconómica.

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