Crítica:ROCK: ANDRÉS CALAMARO

Delicias estáticas

Tal vez fueran los nervios de debutar en la capital, pero el primero de los tres conciertos de Andrés Calamaro en la Caracol empezó titubeante, con gremlins en el sonido y voz escasa del protagonista. Cierto que las posibles deficiencias en la mezcla eran compensadas por un público ya rendido, que coreaba -y no son sencillos- todos los textos del hispano-argentino. Un público que incluso cambiaba la letra de Antón pirulero para saludar, a su héroe.Que es una rock star atada a los teclados. Esa servidumbre se complica con la naturaleza de su material más fresco, con tiempos medios que los merce...

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Tal vez fueran los nervios de debutar en la capital, pero el primero de los tres conciertos de Andrés Calamaro en la Caracol empezó titubeante, con gremlins en el sonido y voz escasa del protagonista. Cierto que las posibles deficiencias en la mezcla eran compensadas por un público ya rendido, que coreaba -y no son sencillos- todos los textos del hispano-argentino. Un público que incluso cambiaba la letra de Antón pirulero para saludar, a su héroe.Que es una rock star atada a los teclados. Esa servidumbre se complica con la naturaleza de su material más fresco, con tiempos medios que los mercenarios neoyorquinos de su disco resuelven maravillosamente, pero que aquí parecían extrañamente mortecinos, a pesar de los intentos intermitentes del batería por apretar el paso.

Andrés Calamaro

Andrés Calarnaro (voz, teclados), Ciro Fogliatta (teclados, coros), Héctor Pomo Lorenzo (batería), Guinermo Martín (guitarras, coros), Gringui Herrera (guitarra, coros), Candy Caramelo Avelló (bajo, coros). Sala Caracol. Madrid, 21 de enero

Una versión a dúo con el histórico Ciro Fogliatta del Nobody knows you when you're down and out estuvo a punto de quebrar la reanimación. Un capricho de piano bar que se enmendó con un Blue suede shoes en boogie, oportuno recuerdo a Carl Perkins. El espíritu de aquel incansable labriego del rockabilly debió inspirar a los músicos, ya que el concierto se dinamizó inmensamente. Es decir, llegó el brío a un repertorio infalible: los temas de Alta suciedad, canciones de Los Rodríguez y clásicas porteñas. Los guitarristas se soltaron la melena, y aquello tuvo la turbulencia, la sensación de riesgo de un buen concierto de rock. Fue además la constatación de que se ha realizado el (re)nacimiento de Andrés Calamaro como solista. El barco Calamaro navega con vientos favorables, aunque le cueste salir del puerto.

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