Crítica:FLAMENCO

Cantaora de culto

Remedios Amaya, gitana trianera de 35 años, volvió inesperadamente a reaparecer en Madrid, y quiso hacerlo en una sala donde obtuviera grandes triunfos. Acaba de grabar un disco, que saldrá los próximos días al mercado. Y mantiene la aureola de artista no demasiado accesible. Los aficionados lo saben y le mantienen lealtad, y cuando ella canta suele haber entre el público -los hubo en esta ocasión- otros artistas flamencos y gente que tiene muy en cuenta la verdad de lo jondo.En cualquier caso Remedios Amaya es una cantaora de culto, idolatrada por los aficionados que buscan en el cante algo m...

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Remedios Amaya, gitana trianera de 35 años, volvió inesperadamente a reaparecer en Madrid, y quiso hacerlo en una sala donde obtuviera grandes triunfos. Acaba de grabar un disco, que saldrá los próximos días al mercado. Y mantiene la aureola de artista no demasiado accesible. Los aficionados lo saben y le mantienen lealtad, y cuando ella canta suele haber entre el público -los hubo en esta ocasión- otros artistas flamencos y gente que tiene muy en cuenta la verdad de lo jondo.En cualquier caso Remedios Amaya es una cantaora de culto, idolatrada por los aficionados que buscan en el cante algo más que grandes facultades y un perfecto desarrollo de los estilos. Remedios Amaya no se atiene a ese perfil, evidentemente, pero es una cantaora que busca el cante dentro de sí, en lo más profundo de su propio ser, y lo vive entregada. Es cantaora limitada, puesto que su repertorio se reduce a unos pocos estilos, y casi todos festeros. Pero en eso puede ser inigualable cuando pellizca el cante y acierta en la vena jonda de la emoción que nos puede.

Remedios Amaya

Casa Patas. Madrid, 14 de septiembre.

No quedan muchos cantaores que ejerzan todavía este arte inexplicable de los ángeles y de los duendes flamencos. Y quienes están en el secreto no siempre disponen con generosidad de ellos. Le ocurrió a Remedios Amaya, que hizo una primera parte absolutamente convencional y sólo en la segunda acertó en dos cantes con la magia de su eco privilegiado. Y nos fuimos tan contentos. Habíamos escuchado, sí, a Remedios Amaya.

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