LAS VENTAS

Un novillero con ganas

Había un novillero con ganas: se llama Álvaro de la Calle y era nuevo en esta plaza. Se le veían las ganas: iba a por todas. Al novillo que abrió plaza lo recibió con tres faroles de rodillas, ahí queda eso. No es que le hicieran mucho caso, porque la gente se había tomado el novillo a rechifla. Efectivamente daban ganas de reír, al verlo tan chiquitín. Pero la verdad es que tenía su carita seria, sus pitones astifinos, su armonía corporal, su carné de identidad. "Menudo carné de identidad tiene", comentó, asombrado, un espectador.Y sacó casta el novillo. A los novillos les pasa Como a las per...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Había un novillero con ganas: se llama Álvaro de la Calle y era nuevo en esta plaza. Se le veían las ganas: iba a por todas. Al novillo que abrió plaza lo recibió con tres faroles de rodillas, ahí queda eso. No es que le hicieran mucho caso, porque la gente se había tomado el novillo a rechifla. Efectivamente daban ganas de reír, al verlo tan chiquitín. Pero la verdad es que tenía su carita seria, sus pitones astifinos, su armonía corporal, su carné de identidad. "Menudo carné de identidad tiene", comentó, asombrado, un espectador.Y sacó casta el novillo. A los novillos les pasa Como a las personas, dicho sea con perdón: que pueden ser chiquitos pero matones. A estos los llaman rompetechos. Así que sacó castita noble el novillo y el novillero que iba a por todas no dejó pasar ocasión de torearlo, primero por chicuelinas en un quite, luego por los consabidos derechazos.

Peñato / Calle, Bravo, Blázquez

Novillos de Martín Peñato, terciados aunque con trapío, astifinos; con casta y nobles en general.Álvaro de la Calle, de Salamanca: pinchazo saliendo volteado, estocada -aviso- y descabello (algunas palmas y saluda); pinchazo saliendo volteado, dos pinchazos -aviso-, otro pinchazo y media (silencio y saluda). Gregorio Bravo, de Sevilla: estocada corta delantera, rueda de peones y descabello (silencio); tres pinchazos, estocada corta atravesada y dos descabellos (silencio). Raúl Blázquez: pinchazo e infamante estocada en los bajos (silencio); dos pinchazos y estocada corta (palmas). Calle y Bravo, nuevos en esta plaza. Plaza de Las Ventas, 14 de septiembre. Media entrada.

Venirse con que desaprovechó la boyantía del novillo, con que diversas suertes le salieron arrítmicas por no acompasar el giro de cintura con la codicia del animalito chiquitín sería injusto. Los novilleros están en fase de aprendizaje. Las exquisiteces y las perfecciones son propias de edades más maduras.Alguien debería decirle, sin embargo, que los derechazos no son para abusar de ellos. Cuando un novillo se presenta noble, y éste fue el caso de los dos que le correspondieron a Álvaro de la Calle, un torero con cabeza y corazón se echa la muleta a la izquierda y se entrega en la ejecución de la suerte. Y esa plaza se pone a reventar; a la de tres ya está loquita la afición, pidiendo la oreja.

Los mismos afanes derechacistas podrían reprochárseles a los compañeros del novillero que venía con ganas. Es la moda, por otra parte. Las figuras han impuesto el derechazo; pegándolo por docenas obtienen esos triunfos de los que, acabada la función, apenas se acuerda nadie. No pasa nada, por supuesto, pues siendo figuras lo tienen todo hecho. Mas a los novilleros sí les pasa: les reprochan el ventajismo, la monotonía y la vulgaridad.

Porque el derechazo es un muletazo vulgar, de recurso y de ventaja. Mientras la verdad de¡ toreo, si el toro lo admite, se encuentra en la suerte natural, que es con la izquierda; la mano de los biyetes, se solía decir.

Raúl Blázquez tiene ya veteranía, conoce el oficio, y toreó con ceñimiento y ligazón al tercer novillo, que sacó encastada nobleza. La faena transcurrió meritoria y en cambio con la espada estuvo desastroso: pegó un infamante sartenazo lateral de esos que en tiempos antiguos provocaban una revuelta popular. Ahora, en cambio, los sartenazos impresionan poco y Raúl Blázquez volvió a la barrera en medio de la general indiferencia.

Al sexto, aplomado y probón, Raúl Blázquez lo porfió pundonoroso, valiente y sereno, sin que le embistiera con suficiente recorrido ni una sola vez.

Al contrario que Álvaro de la Calle, Gregorio Bravo, asimismo debutante, parecía no tener ganas. A un manso que se quedaba corto le dio dos extraordinarios pases por bajo y después intentó los derechazos y los naturales sin conseguir que los tomara completos. Al quinto, de no demasiada codicia, le dio unos derechazos distanciados y poco después ya lo estaba cuadrando para matar.

El ejemplo de Álvaro de la Calle no cundía, es obvio. Álvaro de la Calle, que sufrió dos volteretas tremendas al entrar a matar, fue el único que entró a quites -los hizo por verónicas, por gaoneras y por navarras-, corrió al cuarto novillo por rogerinas, su faena de muleta a este bravo ejemplar la inció con un afarolado de rodillas... Faltó después arte, acaso también templanza y la debida utilización de la mano de los biyetes. Pero todo se andará. O eso se espera: que ande.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En