Cartas al director

No puedo dormir

Vivo en San Lorenzo de El Escorial y hace 10 días que no puedo dormir. Cada noche, a eso de las nueve, un conjunto de rascatripas, provisto de formidables altavoces, se instala en la plaza de la Constitución y comienza a atronar con su imparable tachín-tachín hasta las cuatro o cinco de la madrugada. Inútil encerrarse, aun a costa de morir de calor: el ruido (que no sonido) de esa especie de música produce vibraciones que hacen temblar los muros. En vano ponerse tapones en los oídos, que resultan totalmente ineficaces.Los ediles de esta ciudad se pasan por el arco del triunfo toda la le...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Vivo en San Lorenzo de El Escorial y hace 10 días que no puedo dormir. Cada noche, a eso de las nueve, un conjunto de rascatripas, provisto de formidables altavoces, se instala en la plaza de la Constitución y comienza a atronar con su imparable tachín-tachín hasta las cuatro o cinco de la madrugada. Inútil encerrarse, aun a costa de morir de calor: el ruido (que no sonido) de esa especie de música produce vibraciones que hacen temblar los muros. En vano ponerse tapones en los oídos, que resultan totalmente ineficaces.Los ediles de esta ciudad se pasan por el arco del triunfo toda la legislación comunitaria, nacional y municipal sobre ruidos molestos, contaminaciones auditivas, derecho al reposo y demás. Entonces, sólo queda armarse de resignación y aguantar en vela hasta el amanecer.

Mientras tanto, a eso de la medianoche, llegan a la plaza grupejos de personas alcoholizadas que se ponen a saltar al ritmo de La cucaracha, La bamba, El baile de los pajaritos y otras altas muestras del genio musical de Occidente. La sobrexcitación etílica les hace lanzar gritos y aullidos que se unen a los estruendos de la banda para que quede claro quiénes son los dueños de la noche al amparo de las autoridades municipales.

Al día siguiente, los que trabajamos -que seguramente somos mayoría- tenemos que levantarnos temprano para ir a pencar los huesos, mientras los bailarines y músicos, supongo, duermen la mona. Pero el día 15 de agosto, estos sordos profesionales rizaron el rizo: tras haber atronado hasta las 5.15, cuando los pacíficos vecinos de la plaza de la Constitución creíamos que podríamos descansar, a las nueve de la mañana comenzó a desfilar otra banda con clarines, redoblantes y bombos que nos arrancaron violentamente del lecho. Esta vez se trataba de los devotos de la Asunción de la Virgen María, que celebraban su día.

En aras de las fiestas, los derechos de. un puñado de individuos se sobreponen al derecho al descanso de la mayoría, que trabajamos aunque estemos en agosto. ¿No hay quien ponga límites a todos estos despropósitos?-

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En