Los espectáculos multimedia muestran su vitalidad en Salzburgo

Las figuras más clásicas comparten las expectativas con las nuevas creaciones

El pulso del festival de Salzburgo se puede tomar consultando en la oficina central de venta de billetes cuáles son los espectáculos de los que se han agotado antes las localidades, aquellos con los grandes nombres como Muti y Abbado o Pollini y Norman. Pero el pulso del verano salzburgués se manifiesta también por la vitalidad de sus manifestaciones alternativas. De ellas el ciclo Zeitfluss (El río del tiempo) y la versión digital de El rapto en el Serrallo son, al margen de los resultados artísticos, lo más sorprendente.

Los datos objetivos indican que para La flauta mágica, lo...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El pulso del festival de Salzburgo se puede tomar consultando en la oficina central de venta de billetes cuáles son los espectáculos de los que se han agotado antes las localidades, aquellos con los grandes nombres como Muti y Abbado o Pollini y Norman. Pero el pulso del verano salzburgués se manifiesta también por la vitalidad de sus manifestaciones alternativas. De ellas el ciclo Zeitfluss (El río del tiempo) y la versión digital de El rapto en el Serrallo son, al margen de los resultados artísticos, lo más sorprendente.

Los datos objetivos indican que para La flauta mágica, los recitales de Pollini o Jessye Norman, el concierto Schubert con Muti y la Filarmónica de Viena o la Novena de Bruckner con Abbado y la Filarmónica de Berlín, no hay manera de conseguir una entrada desde hace tiempo. Pero buena parte del público se interesa cada vez más por los otros espectáculos que concurren al festival.Zeitfluss es una iniciativa de acusada personalidad. Comenzó en 1993 y se celebra cada dos años. La edición de 1997 consta de 10 actos y gira alrededor de tres representaciones de Endspiel, de Samuel Beckett y de las sugerencias que despierta la música de Luigi Nono. Se invita a la reflexión sobre utopías y realidades, sobre el papel del arte en situaciones límite, sobre estéticas de resistencia o de supervivencia. Y todo esto se plantea con recitales de Laurie Anderson o Pauline Oliveros, en la plaza de la Catedral; con el estreno de una Prop Opera -Cien objetos para representar el mundo-, de Peter Greenaway, en una coproducción con diferentes organizaciones de Estocolmo, Múnich, Milán, Palermo y París (Bobigny y Nanterre); con la representación de Neither, ópera en un acto para soprano orquesta con música de Morton Feldiman, libreto de Samuel Beckett y espacio visual diseñado por Michelangelo Pistoletto; con Peter Sellars recitando y diseñando la puesta en escena de un espectáculo que auna Silence, de John Cage con un ritual de Raga a cargo de la familia Dagar de la India septentrional; con un concierto del estupendo Klangforum, de Viena, dividido en dos partes y dos espacios...

Espacio y música

En ese contexto, anteayer, la extraordinaria y versátil orquesta de la Radio del Suroeste de Alemania, con su titular Michael Gielen al frente, ofreció dos obras en las que la disposición espacial juega un papel fundamental. Dome peak (1991-1993), del cubano residente en Austria George López, necesita de 100 instrumentistas situados a varios niveles de altura. Giele se situó en el centro para organizar un flujo de música envolvente y, en muchos momentos, evocadora. La obra, de 45 minutos de duración, tuvo una excelente acogida por el público que llenaba la iglesia y que reafirmó su entusiasmo en la segunda parte, ante una plantilla menos aparatosa pero igual de virtuosa para transmitir la mágica sustancia de No hay caminos, hay que caminar... Andrej Tarkovski, última obra orquestal para siete grupos instrumentales de Luigi Nono, cuyo título rinde homenaje a partes iguales a una pintada que vio en un claustro de Toledo y al cineasta ruso.Si Zeitfluss se está convirtiendo a pasos agigantados en una de las citas imprescindibles del festival de Salzburgo, la propuesta off-off de Szene de montar una versión digitalizada en realidad virtual de El rapto en el Serrallo, de Mozart en el Stadtkino se mete de lleno en el territorio de lo insólito. En el escenario vacío se distribuían, impactantes, medio centenar de monitores o televisores encendidos o apagados, una excavadora, dos autos de choque, una pantalla grande y varios teclados de ordenador. Se prescinde de la orquesta en vivo, trasladándose las notas de la partitura a un computador que las devuelve a su manera, es decir, con ese sonido típico de los sintetizadores, algo que pondrá los pelos de punta a los puritanos de la tímbrica, pero que evidentemente hizo las delicias del público asistente. Estaban en vivo, aunque con micrófono, los cantantes, sirviendo a una historia medio real-medio virtual, en que la prisión del Serrallo es algo así como la prisión de Internet, en que los desdoblamientos permanentes de lenguajes artísticos son salpicados por unos diálogos nuevos y divertidos para las partes habladas de la ópera, que dan sentido a tan singular experiencia.

Este Mozart futurista de P. Valentín (composición y dirección musical), J. Wimplinger (diálogos), S. Aglassinger (computadores y vídeo) y H. Lepka (dirección artística) fue recibido con entusiasmo el día del estreno por un público muy joven, que también aplaudió las arias de Constanza o el maravilloso cuarteto.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En