Crítica:MÚSICA

Un joven genio del piano

Clausuró el ciclo de la Fundación Albéniz el pianista ruso Arcadi Volodos, nacido en San Petersburgo en 1972, y como en todas partes en donde actúa armó el escándalo. Tiene Volodos 25 años, se formó en el Conservatorio de Moscú con la profesora Galina Eguiazarova y, tras una estancia en París, desde hace tres años trabaja en la Escuela Reina Sofía de Madrid junto a Dimitri Bashkirov y la Eguiazarova.Arcadi Volodos es un genio del piano de los que se producen muy de tarde en tarde. Dueño de una potencia virtuosística avasalladora, tiene, al mismo tiempo, todas las condiciones exigibles a un gra...

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Clausuró el ciclo de la Fundación Albéniz el pianista ruso Arcadi Volodos, nacido en San Petersburgo en 1972, y como en todas partes en donde actúa armó el escándalo. Tiene Volodos 25 años, se formó en el Conservatorio de Moscú con la profesora Galina Eguiazarova y, tras una estancia en París, desde hace tres años trabaja en la Escuela Reina Sofía de Madrid junto a Dimitri Bashkirov y la Eguiazarova.Arcadi Volodos es un genio del piano de los que se producen muy de tarde en tarde. Dueño de una potencia virtuosística avasalladora, tiene, al mismo tiempo, todas las condiciones exigibles a un gran músico, cuyo refinamiento sonoro, tan coloreado, puntual fraseo, dinámica espectacular, intensidad expresiva, agilidad y simultaneidad de ataques vencen y convencen.

Escuela Superior Reina Sofía

Ciclo. La generación ascendente.Arcadi Volodos, pianista. Auditorio Nacional. Madrid, 21 de mayo.

Comenzó su programa con cinco lieder de Schubert, transcritos por Liszt. Pero antes nos había dado el más purísimo Schubert en los Seis momentos musicales (D780). Gran lección de arte hondo y trascendente fue la interpretación de las Bunte Bläter, opus 99, de Schumann. Esa prolongada suma de breves páginas, heterogéneas pero obedientes a un fuerte impulso identificativo, tuvo en Arcadi Volodos un verdadero exégeta. Aquello era ir de sorpresa en sorpresa y además de las del orden más apasionante: el descubrimiento de lo ya conocido.

Al final escuchamos las grandes transcripciones de Horowitz: Rapsodia número 2, de Liszt, más compleja que el original; Barras y estrellas, un alarde de ingenio e imaginación, y unas endiabladas variaciones sobre Carmen, de Bizet.

Con la atención alertada y el ánimo suspenso, todos constatamos la alianza en Arcadi Volodos de un intérprete de hoy y un virtuosista legendario. Está claro: para el piano, el siglo XXI ya ha comenzado.

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