Cartas al director

Universitarios españoles

La reciente serie de encuestas publicada por EL PAÍS sobre los universitarios españoles muestra a las claras que, tras esta pasada década en la que muchos españoles pudieron cursar sin obstáculos los estudios universitarios deseados, la realidad actual es que la universidad pública se ha ido elitizando a causa de planes de estudios que hacen incompatible la simultaneidad de trabajo y estudios, y de la degradación social que fuerza a trabajar antes que a estudiar. Ello provoca que los vástagos de las clases media y alta hayan ocupado la totalidad del espectro socioeconómico del alumnado. De est...

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La reciente serie de encuestas publicada por EL PAÍS sobre los universitarios españoles muestra a las claras que, tras esta pasada década en la que muchos españoles pudieron cursar sin obstáculos los estudios universitarios deseados, la realidad actual es que la universidad pública se ha ido elitizando a causa de planes de estudios que hacen incompatible la simultaneidad de trabajo y estudios, y de la degradación social que fuerza a trabajar antes que a estudiar. Ello provoca que los vástagos de las clases media y alta hayan ocupado la totalidad del espectro socioeconómico del alumnado. De esta constatación se derivan las intenciones de voto, claramente hacia la derecha, y se observan unas motivaciones cotidianas dominadas por el ambiente y las relaciones sociales en vez de supeditar su principal interés a la formación académica personal. Los universitarios españoles de hoy, en su mayoría, representan a la pequeña burguesía, que carece, en el aspecto económico, de preocupaciones ni sobresaltos diarios y, por tanto, desconectados de la realidad social que vivimos (o sufrimos) la mayoría de los ciudadanos. Hace ya dos años que finalicé mi carrera y fui comprobando sensu lato todas estas características antes expuestas. Entre los universitarios, repito, no todos, reina una felicidad virtual porque acuden a las aulas con la intención de estudiar un poco y pasárselo bien (fundamental para ellos), ya sea en el césped o en las abarrotadas cafeterías de sus facultades o escuelas, trasladando el ocio del fin de semana al resto deja misma y en un marco diferente. Si no, que me expliquen qué una persona con ocupación conocida se puede pasar una media de dos horas diarias frente al televisor.Acabada la década prodigiosa, la Universidad vuelve a ser patrimonio de ociosos y señoritos, entre los que siempre hay un manojo de voluntariosos estudiantes con vocación reconocida. Es una manera más de comprobar la descerebrada teoría de los vigentes gobernantes de que el mercado lo regula todo, incluso hasta para decidir quiénes tienen que estudiar y quiénes no

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