Tribuna:

Catapulta

El informe de primavera de la Comisión Europea ha colocado a España en el grupo de vanguardia del euro. Mejor: sus previsiones la sitúan, no en un puesto magmático o colista entre los 13 probables cumplidores de la convergencia. No. La catapultan hacia la unión monetaria con una calificación bastante superior a la de otros países más -decisivos, como Francia y Alemania.Era éste el penúltimo examen parcial antes de la criba oficial de los países seleccionados, fijada para abril / mayo de 1998. El último es el informe de otoño, en noviembre. Ese carácter de meta volante en nada mella lo arrollad...

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El informe de primavera de la Comisión Europea ha colocado a España en el grupo de vanguardia del euro. Mejor: sus previsiones la sitúan, no en un puesto magmático o colista entre los 13 probables cumplidores de la convergencia. No. La catapultan hacia la unión monetaria con una calificación bastante superior a la de otros países más -decisivos, como Francia y Alemania.Era éste el penúltimo examen parcial antes de la criba oficial de los países seleccionados, fijada para abril / mayo de 1998. El último es el informe de otoño, en noviembre. Ese carácter de meta volante en nada mella lo arrollador del éxito obtenido: era volante para todos. Algunos quedaron descabalgados, otros llegaron con asfixia. Y, sobre todo, las metas volantes son mojones de una senda, anticipan la meta final.

El notable para España -sólo alcanzaron sobresaliente los cinco países ya declarados virtuosos: Luxemburgo, Irlanda, Dinamarca, Holanda y Finlandia-, recae en tres protagonistas. La primera y principal condecoración es para el Gobierno. El informe destaca que "las autoridades españolas ( ... ) se han comprometido con determinación" a reducir el déficit presupuestarlo. ¿Obvio? Pues no siempre. De los otros nueve países aún no virtuosos, sólo a Alemania se dedica parecido elogio. Sólo.

Y además, el informe asume que el saneamiento de las finanzas públicas debe proseguirse "tal como está previsto en el nuevo programa de convergencia" (aún no aprobado por el Ecofin, el Consejo de Ministros de Economía, pero ya aplaudido por Bruselas), sin necesidad de "aplicaciones rigurosas" ni de "atenciones especiales" a tales o cuales medidas contempladas; ni de "medidas adicionales", como se les exige a otros. Otro. piropo al Gobierno, y más concretamente a la política económica conducida por Rodrigo Rato.

La segunda medalla es para la oposición, que dio su espaldarazo en el Congreso al Programa de Convergencia. Bruselas se cree más a España que a otros porque conoce que en este asunto el primer grupo de la oposición forma roca berroqueña con el Ejecutivo. Y aunque no lo escribe, sabe que le respalda un profeta de la unión monetaria -Como Felipe González, y que en su partido no hay fisuras al respecto.

Algo, esto último, que no ocurre en Italia, donde el polo derechista anda disperso y hasta el socio externo de la coalición gobernante, Refundación Comunista, da sustos en política económica al Ejecutivo, a diferencia del socio del PP, el nacionalismo de Jordi Pujol. Ni en Alemania, donde se ignora si la oposición socialdemócrata sube o baja. Ni en Francia, en cuyo partido socialista apuntan insurgencias.El otro gran protagonista del éxito en este examen parcial es la sociedad. Aunque implícito en el texto, el último acuerdo laboral (como el pacto sobre pensiones), ha repercutido en el ánimo de los expertos de Bruselas, porque elimina incertidumbres políticas. Acredita que los sindicatos y la patronal discuten, pero nunca dando patadas al euro.

Hay que aprovechar este momento dulce. ¿Cómo? Exhibiendo sus resultados para desactivar a los conjurados de la pretendida superortodoxia, enemigos del ingreso de un fantasmal Club Med, mediterráneo, que debiera aparecer claramente -ante todos- como ya sepultado por la diferencia de cifras entre España e Italia.

¿Por qué? Porque a Francia y Alemania -a las que la Comisión envía suaves varapalos- el valor se les supone, cumplan más o menos. A España, en cambio, por pesar menos, todo le cuesta más. No puede permitirse deslices. Debe arrinconar todo rastro de traba al crecimiento económico, de forma que multiplique su componente no agrícola, pues éste totaliza hoy un punto del PIB.

Debe soslayar escrupulosamente tentaciones de aparcar déficit en empresas públicas. Debe dedicar todo céntimo procedente de las privatizaciones a enjugar deuda y no déficit, como manda la ortodoxia contable comunitaria. Debe consolidar el frente común para el euro, rehuyendo capitalizaciones sólo partidistas o sólo gubernativas, que irritan a quienes prepararon el camino. Y debe evitar bobadas como el invento de presuntos enemigos internos inexistentes. Debe mirar adelante, prudente. Pero sin complejos.

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