MÚSICA

La admirable orquesta de Amsterdam

Tiene Riccardo Chailly un tino especial para confeccionar sus programas siempre inconformistas. En su nueva visita a Madrid con la admirable Orquesta de Amsterdam contrastó la gracia y el irresistible efecto de Rossini en Guillermo Tell con tres grandes clásicos del siglo XX: Stravinski, Bartok y Strauss.Juego de cartas, uno de los últimos ballets de Stravinski, está animado por un espíritu que puede conectar a través de las secretas galerías de la historia musical con los pentagramas de Rossini. Todo marchó mejor que bien. Quizá Chailly enfatizó un poco algo que nació y c...

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Tiene Riccardo Chailly un tino especial para confeccionar sus programas siempre inconformistas. En su nueva visita a Madrid con la admirable Orquesta de Amsterdam contrastó la gracia y el irresistible efecto de Rossini en Guillermo Tell con tres grandes clásicos del siglo XX: Stravinski, Bartok y Strauss.Juego de cartas, uno de los últimos ballets de Stravinski, está animado por un espíritu que puede conectar a través de las secretas galerías de la historia musical con los pentagramas de Rossini. Todo marchó mejor que bien. Quizá Chailly enfatizó un poco algo que nació y camina con pies ligeros. Pero la orquesta, como en Rossini, sonó verdaderamente esplendorosa. En cuanto a Bartok, su Mandarín maravilloso se alza como uno de sus momentos creativos más estremecedores. Chailly y su centuria interpretaron la Suite de Bartok con potente expresividad y virtuosismo avasallador.

Concertgebouw de Amsterdam

Ciclo Ibermúsica / Cajamadrid. Real Orquesta del Concertgebouw, de Amsterdarn. Director: R. Chailly. Obras de Stravinski, Rossini, Bartok y Strauss. Auditorio Nacional. Madrid, 25 de febrero.

Especialmente valiosa fue la versión de la Danza de los velos, de Salomé, de Wilde y Strauss. El maestro muniqués revolucionó en 1905 los escenarios operísticos con el cruel erotismo de una música que es puro teatro, aun cuando se escuche en concierto. Ahora, la danza de Salomé, después del Mandarín de Bartok sonó casi como un punto de reposo. El éxito fue total y Chailly tuvo el acierto de prescindir de las "propinas".

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