Crítica:MÚSICA

El perfeccionismo de la orquesta de Los Angeles

, La Filarmónica de Los Ángeles es una orquesta relativamente joven de entre las norteamericanas. Creada en 1919, ha tenido como titulares a grandes maestros como Rodzinsky, Klemperer, Van Beinum, Mehta, Giulini, Previn y Esa Pekka Salonen, desde 1992.La cultura de un director vivo, perfeccionista, imaginador del sonido más que del contenido que detrás de las notas se esconde, con una formación de gran virtuosismo, calidades ligeras y ejecución casi avasalladora, da por resultado versiones que, cuando menos, poseen fidelidad y categoría. Así sucedió con la de ...

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, La Filarmónica de Los Ángeles es una orquesta relativamente joven de entre las norteamericanas. Creada en 1919, ha tenido como titulares a grandes maestros como Rodzinsky, Klemperer, Van Beinum, Mehta, Giulini, Previn y Esa Pekka Salonen, desde 1992.La cultura de un director vivo, perfeccionista, imaginador del sonido más que del contenido que detrás de las notas se esconde, con una formación de gran virtuosismo, calidades ligeras y ejecución casi avasalladora, da por resultado versiones que, cuando menos, poseen fidelidad y categoría. Así sucedió con la de Una noche en el monte pelado, en la versión original de Musorgski y no en la "meyerberización de Rimsky", como decía Stravinski. Sin excesos retóricos ni resplandores agresivos, Salonen nos dio el fuerte cuadro musorgskiano en toda su transparencia e impulso dinámico.

Filarmónica de Los Ángeles

Ciclo Ibermúsica-Caja Madrid. Director: E. P. Salonen. Solistas: M. Groop, J. Rodgers, J. Silvasti, W. White, R. Lee, K. Cox y R. Taibo (narrador). Obras de Musorgski, Debussy, Stravinski, Bartok y Mahler. Orfeón Donostiarra. Director: J. A. Sainz. Auditorio Nacional Madrid, 7 y 8 de febrero.

El mar, de Debussy, y la Música para cuerda, celesta y percusión, de Bartok, obtuvieron realizaciones primorosas pero un tanto congeladas, lo que se advirtió en ese cúmulo de misterio y de dolor que es el andante inicial de Bartok. La gran consecución de los dos programas ha sido la Cuarta sinfonía de Mahler, tan sutil y bellamente discriminada en las intervenciones grupales, tan evocadora del mundo y el vivir de la vieja Viena y concebida sin trasfondos filosóficos o biográficos tan enojosos casi siempre. El lied del final fue cantado con toda propiedad, sencillez y atractivo por la británica Joan Rodgers.

Valores semánticos

Mención aparte merece Edipus rex, sobre el libreto de Cocteau basado en el drama de Sófocles vertido al latín por Jean Danielou. Cuando se estrenó en París, el año 1927, la obra llamó la atención por el tratamiento dado al texto por Stravinski en sus valores semánticos y, más aún, en sus propiedades sonoras, lo que no merma la belleza ni eficacia del Edipus dirigido por Salonen con mero y exactísimo orden entre nosotros y el tiempo, según la joven consigna stravinskiana, a lo que habría que añadir la importancia de otro orden: con la palabra.

La versión por parte de los solistas -sobre todo Mónica Groop, Jorma Silvasti y Willard White-, así como por las voces masculinas del Orfeón Donostiarra y la soberana orquesta americana hizo claramente inteligible el rostro, la estructura y la intención de la partitura. Tuvo a su cargo la narración Rafael Taibo, y el éxito fue rotundo para todos en los dos conciertos.

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