Crítica:

Sinceridad

Cuarteto JanaceckJanacek: cuartetos 1 y 2. Dvorak: cuarteto número 12 (Americano). V Liceo de Cámara. Fundación Caja de Madrid. Auditorio Nacional, Sala de Cámara, 28 de noviembre.

Es de sobra conocida la profunda admiración que Milan Kundera profesa al compositor Leos Janacek (1854-1928). Sobre sus dos cuartetos de cuerda -el primero, Sonata a Kreutzer, de 1923, inspirado en Tolstoi; el segundo, Cartas íntimas, de 1928, reflejo de una correspondencia de 600 cartas del músico con Kamila Stösslová- ha llegado a afirmar Kundera que "la inimitable estética de Janacek e...

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Cuarteto JanaceckJanacek: cuartetos 1 y 2. Dvorak: cuarteto número 12 (Americano). V Liceo de Cámara. Fundación Caja de Madrid. Auditorio Nacional, Sala de Cámara, 28 de noviembre.

Es de sobra conocida la profunda admiración que Milan Kundera profesa al compositor Leos Janacek (1854-1928). Sobre sus dos cuartetos de cuerda -el primero, Sonata a Kreutzer, de 1923, inspirado en Tolstoi; el segundo, Cartas íntimas, de 1928, reflejo de una correspondencia de 600 cartas del músico con Kamila Stösslová- ha llegado a afirmar Kundera que "la inimitable estética de Janacek está encarnada en ellos de la manera más acabada". La tensión entre ternura y brutalidad, entre belleza y fealdad es esencial para el escritor, entre otras razones porque según él "Janacek es uno de los raros compositores que han sabido establecer una cuestión que conocen los grandes pintores: la fealdad como objeto de una obra de arte". Tiene un interés especial escuchar uno a continuación de otro los dos cuartetos de cuerda de Janacek, y más si la versión tiene el carácter artesanal, interiorizado y profundamente cotidiano que ofreció el grupo checo en la sala de cámara del Auditorio Nacional. Hay en el fraseo del sólido Cuarteto Janacek un lirismo de corte eslavo, un sentimiento que nos acerca al corazón del músico sin distraemos en manierismos brillantes o en proyecciones hacia estéticas de las llamadas avanzadas. Y hay, además, sinceridad, mucha sinceridad.El carácter popular que inspira esta música aflora con naturalidad, sobre todo si es portador de conflictos humanos, tan inciertos en su resolución como vitalmente encendidos. Todo esto se comprendió aún mejor al escuchar el cuarteto Americano de Dvorak. El contraste fue tan clarificador que los juegos de ritmos y sonoridades nos remitían a un folclor elaborado y no necesariamente imaginario.

La continuidad entre las dos partes del programa lo hizo así dialéctico y hasta didáctico. Sobraban las propinas porque nos apartaban del ambiente tan sutilmente creado. El hechizo no discurría en esta ocasión por el lado francés sino que estaba fuertemente enraizado en el alma checa.

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