El sida crea una nueva casta de "intocables"

India, el país mas azotado por la epidemia

Apartado en un rincón del Colegio Médico de Calcuta está lo que los médicos indios han descrito como el único pabellón de sida de la India el país más afectado actualmente por la epidemia, según la Organización Mundial de la Salud. Es un lugar frío y aislado donde, hasta hace no mucho, yacían dos pacientes varones en camas de hierro sobre un suelo de cemento sin recibir ninguna atención. Para muchos pacientes, este pabellón es la última parada de un tenebroso viaje de estigmatización.Los expertos en sida indios cuentan muchas historias sobre víctimas del sida expulsadas de sus comunidades por ...

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Apartado en un rincón del Colegio Médico de Calcuta está lo que los médicos indios han descrito como el único pabellón de sida de la India el país más afectado actualmente por la epidemia, según la Organización Mundial de la Salud. Es un lugar frío y aislado donde, hasta hace no mucho, yacían dos pacientes varones en camas de hierro sobre un suelo de cemento sin recibir ninguna atención. Para muchos pacientes, este pabellón es la última parada de un tenebroso viaje de estigmatización.Los expertos en sida indios cuentan muchas historias sobre víctimas del sida expulsadas de sus comunidades por vecinos temerosos; deshauciadas por médicos y personal sanitario que se niegan a atenderlas y, finalmente, ya en fase terminal, virtualmente abandonadas a su suerte en el pabellón de sida. Se dice que los pacientes de sida se han convertido en los nuevos intocables de la India, junto con las decenas de millones de indios que nacen en el travesaño más bajo del estricto sistema de castas y se pasan la vida siendo rehuidos.

El colegio de Calcuta, un enjambre de estructuras neoclásicas construído por los británicos en 1834 en un extenso campus en el centro de Calcuta, es supuestamente la institución médica superviviente más antigua de Asia. Cuando un periodista preguntó si podía entrar en el pabellón de sida, los adormilados enfermeros se apresuraron a levantar una barricada de sillas delante de la puerta.

En 1994, un periodista de The Statesman, el principal periódico en lengua inglesa de Calcuta, describió en su crónica la muerte de un frutero de 28 años, Deepak Biswas, en el pabellón. Las crónicas informaban que Biswas pasó varios días con sábanas manchadas de sangre y que le tiraban la comida desde lejos. Cuando murió, pesaba sólo 27 kilos y los enfermeros dejaron su cuerpo expuesto al calor tropical durante ocho horas sin tocarlo. Finalmente, el director del hospital ayudó a un familiar a levantar el cuerpo y meterlo en una furgoneta para llevarlo al crematorio. Más tarde, los vecinos presionaron a su familia para que abandonaran su casa, alegando que podrían infectar el área.

Biswas, al igual que otros muchos pacientes de sida, había pasado por cuatro hospitales del área de Calcuta antes de llegar al pabellón de sida. En la Escuela de Medicina Tropical, el principal centro de asesoramiento sobre sida del Oeste de Bengala, cuya capital es Calcuta, los médicos le dijeron a la familia de Biswas que "no había sitio" para él. Le remitieron a un médico especializado en medicina naturista india.

Entre otros casos contados por expertos en sida está el de un hombre de Madrás aquejado por una fiebre, cuyos médicos informaron a sus jefes que había dado positivo en la prueba del VIH.Cuando volvió al trabajo, el ascensorista y el portero le impidieron la entrada. Fue a casa y tomó una dosis de medicamentos casi letal. También hay casos de mujeres embarazadas seropositivas que han ido de médico en médico buscando a uno que les asistiera en el parto.

Una hematóloga de Calcuta, la doctora Asha Rao, cuenta la historia de un hombre de 27 años que regresó a casa infectado por el virus tres años de trabajo en Bombay. "Tan pronto como se conoció su estado", comenta, "perdió su trabajo en la curtiduría de Calcuta. Su novia le dejó y su padre le echó de la casa familiar. Según me contó, al principio se quiso suicidar, "pero soy musulmán, así que no puedo hacerlo", me dijo; "en lugar de eso me paso los días en el cementerio".

Con la ayuda de la doctora, que controla su estado periódicamente, este hombre tiene ahora su propio taller donde hace vaqueros que luego vende en la calle.

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