FERIA DE MÁLAGA

Tres estilos y un solo triunfo

Ahora, cuando las medias aritméticas nos definen y estandarizan, hay que valorar, más que nunca, las diferencias. De Rincón podíamos esperar el toreo épico, citando de lejos en la derechura. Ponce es el más largo y sabio del escalafón. Julio Aparicio, otrora la gran esperanza blanca, podía ser capaz de convocar a los duendes para que le ayudaran a decir su misterio. Esas razones, o parecidas, llevaron a la gente a la plaza.De salida, el primero se partió el pitón derecho. César Rincón se estiló inoportunamente al citar por el lado del desastre, pero, en cambio, cuando lo hacía por la izquierda...

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Ahora, cuando las medias aritméticas nos definen y estandarizan, hay que valorar, más que nunca, las diferencias. De Rincón podíamos esperar el toreo épico, citando de lejos en la derechura. Ponce es el más largo y sabio del escalafón. Julio Aparicio, otrora la gran esperanza blanca, podía ser capaz de convocar a los duendes para que le ayudaran a decir su misterio. Esas razones, o parecidas, llevaron a la gente a la plaza.De salida, el primero se partió el pitón derecho. César Rincón se estiló inoportunamente al citar por el lado del desastre, pero, en cambio, cuando lo hacía por la izquierda, el toro se caía. Al 4º Rincón, apesadumbrado, le espantó las moscas desde una distancia de seguridad y lo despenó como pudo.

Varias ganaderías/ Rincón, Ponce, Aparicio

Tres toros de Francisco Ojeda, lº, 5º y 6º, bajos de agujas y dos de ellos también de casta; 3º, anovillado y toreable, y 4º, manso, de Santamaría; el 2º fue de San Marcos y tuvo un punto de casta. César Rincón: silencio; silencio. Enrique Ponce: saludos tras petición; vuelta al ruedo. Julio Aparicio: pitos; vuelta con protestas.Plaza de la Malagueta, 13 de agosto, tercera de Feria, menos de media entrada.

En el primero Ponce empezó con verónicas al uso. En la tercera serie instrumentó uno de verdad.En el 5º se apagaron pronto las verónicas, pero en el último tercio hacía falta un torero. Allí estuvo Ponce, que tiró de inteligencia para someter el cabeceo y la aspereza. La faena correspondió a un lidiador que robó los pases al toro y a César Rincón su parcela épica. A pesar de que el acero no funcionó, la vuelta al ruedo fue de las antiguas, auténticas.

Julio Aparicio empezó a recular al recibir de capa a su primero y no terminó hasta que lo arrastraron.Las verónicas de recibo, las chicuelinas al paso y el quite, encendieron el farol de la esperanza en el 6º. ¡Alto ahí! El toro por los suelos, y no hubo más. Se había tratado de un espejismo.

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