Bajo un cielo de hormigón

, En Madrid, la miseria abrió sucursal bajo el puente de Pedro Bosch. Un olvidado lugar, situado junto a la intersección de la calle del Doctor Esquerdo y de la avenida Ciudad de Barcelona, en el que recalaron un puñado de inmigrantes africanos tras su desalojo en 1993 de las naves del Cerro de la Plata. Su nueva morada consistía en una superficie de 100 metros cuadrados de escombros, sin luz ni agua corriente. Allí, entre montones de basura, la comida se guardaba en maletas -por las ratas- y el cielo. tenía el color del hormigón armado.

El lugar, con unas 25 tiendas de campaña, superab...

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, En Madrid, la miseria abrió sucursal bajo el puente de Pedro Bosch. Un olvidado lugar, situado junto a la intersección de la calle del Doctor Esquerdo y de la avenida Ciudad de Barcelona, en el que recalaron un puñado de inmigrantes africanos tras su desalojo en 1993 de las naves del Cerro de la Plata. Su nueva morada consistía en una superficie de 100 metros cuadrados de escombros, sin luz ni agua corriente. Allí, entre montones de basura, la comida se guardaba en maletas -por las ratas- y el cielo. tenía el color del hormigón armado.

El lugar, con unas 25 tiendas de campaña, superaba en degradación a los conocidos enclaves chabolistas de Los Focos o La Celsa. Era lo último. Las noches se inundaban de chulos y prostitutas yonquis. La violencia era moneda corriente. El 15 de junio de 1995 un extraño incendio calcinó a Suppiah Selvarajah, de 31 años, inmigrante de Sri Lanka y vendedor de la revista La farola. El hombre murió mientras dormía. El 10 de noviembre de ese mismo año un grupo de inmigrantes, también de Sri Lanka, descerrajó cinco balazos a un surafricano que pasaba la noche en una tienda. Se trató, según la policía, de un ajuste de cuentas por la muerte de Selvarajah. El 14 de febrero pasado, Inés Montes Sánchez, prostituta de 24 años, murió estrangulada por su chulo. La mujer, bajo el síndrome de abstinencia, había cambiado una cadena de oro por un poco de heroína. Y cometió el error de fumársela sin avisar a su proxeneta. Ayer, por último, dos personas resultaron abrasadas en otro incendio de causas desconocidas.

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La posición del Ayuntamiento ante estas sacudidas ha fluctuado del silencio a la polémica. Por ejemplo, al día siguiente de la muerte de Selvarajah, el concejal de Arganzuela, Clemente Torres, afirmó que los inmigrantes "estaban allí por su gusto".

Ayer, Torres fue más discreto y optó por apoyar la decisión del alcalde en funciones de vallar el lugar, de precintar la miseria que el incendió dejó tras de sí.

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