Entrevista:

"No tendría a Don Quijote de compañero de piso"

El diseñador Javier Mariscal, cuando paseando por la Alhambra se topó con el palacio de Carlos V, pensó: "¿Qué hace aquí esa cosa de Salamanca?". Cuando escuchó por primera vez la música de Manuel de Falla juzgó que era "lo más feo del mundo", y la reputación de Don Quijote, pese a haber mejorado desde sus años escolares, no es absolutamente favorable: "No lo tendría de compañero de piso". Sin embargo, los directores de los festivales de música de Granada y Perelada no dudaron en proponerle que preparara la escenografía y el vestuario para la ópera de Manuel de Falla El ...

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El diseñador Javier Mariscal, cuando paseando por la Alhambra se topó con el palacio de Carlos V, pensó: "¿Qué hace aquí esa cosa de Salamanca?". Cuando escuchó por primera vez la música de Manuel de Falla juzgó que era "lo más feo del mundo", y la reputación de Don Quijote, pese a haber mejorado desde sus años escolares, no es absolutamente favorable: "No lo tendría de compañero de piso". Sin embargo, los directores de los festivales de música de Granada y Perelada no dudaron en proponerle que preparara la escenografía y el vestuario para la ópera de Manuel de Falla El retablo de maese Pedro, basada en un episodio quijotesco, y que se debía estrenar en el palacio de Carlos V. Mariscal aceptó: "Me pagan por aprender". La dirección de escena le fue encargada a Ariel García quien, junto a Mariscal, ha dejado todo dispuesto para que el próximo sábado se represente esta versión peculiarísima que utiliza los trucos deslumbrantes de la linterna mágica mezclada con vídeo.

Pregunta. Cuando le propusieron montar El retablo... usted no había escuchado aún la música de Falla. ¿Qué le pareció?

Respuesta. Me entregaron una grabación, la oí y me pareció lo más feo del mundo. Me recordaba lo castellano, la reconquista, la señora aquella que no se quitaba la camisa nunca, Franco... Estéticamente me pareció una música horrosamente fea. Bueno, en realidad hay dos músicas. Hay una tan bonita, la que toca la orquesta, que podría ser de Walt Disney.

P. ¿Qué le disgusta de la obra?

R. Nunca he podido aguantar el castellano antiguo. Eso de decir 'vuesas mercedes' en vez de 'hola, tío' no lo entiendo. Yo soy más de Telecinco que del Siglo de Oro, quizá porque a mi generación todas esas enseñanzas nos las grabaron a fuego. De todas maneras, la historia de El retablo..., una vez que te metes, es bien bonita. Soy un gran desconocedor de la música clásica y de la ópera. Me impuse escucharla. Un día me dije: "Te estás perdiendo cosas muy buenas. Te pones y te gusta". Últimamente escucho música clásica, aunque yo sólo vibro con los Beatles, con Jimi Hendrix, Brassens, los Chunguitos o Kiko Veneno.

P. Sin embargo, usted aceptó el encargo de inmediato.

R. Quería aprender y eliminar mis prejuicios sobre la música clásica.

P. ¿Cómo se le ocurrió el montaje?

R. Debía ser un montaje fácil. Desde que me lo planteé pensé que debíamos gastar el mínimo dinero y que estuviera bien. El retablo... se lo encargó a Falla una marquesa o una duquesa, no sé bien, que quería complacer a los modernillos de entonces. Fue concebido para montarlo en un salón, no en la plaza de toros que hizo en Granada el rey sin respeto a los ladrillos árabes.

P. ¿No le gusta el palacio de Carlos V?

R. La primera vez que me topé con el palacio pensé: "¿Qué hace aquí esa cosa de Salamanca?". En Valencia somos muy árabes. Yo en El Cairo me siento como en casa. Como había que montar la obra aquí, en un espacio escénico muy grande, no podía construir marionetas. ¡Cuidado en donde nos metemos! Entonces me pregunté: ¿Por qué no hacemos las marionetas con imágenes proyectadas que desaparecen cuando apagas la luz? Es una solución más de hoy en día. La linterna mágica, el cine, la animación primitiva... Al final combinamos imágenes con vídeos. Me gusta el punto simplón de la linterna mágica.

P. El Don Roldán que ha dibujado en la escenografía se parece sospechosamente a otro Roldán...

R. Mi trabajo tiene un punto de ironía, aunque en la obra hay momentos dulces, entrañables. Don Quijote es un personaje fabuloso, a pesar de cómo no lo vendieron de niños, aparte de un pesado y un coñazo. Yo no lo tendría de compañero de piso, pero le echaría un cable si le hiciera falta.

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