Esto es muy caro

Maza / Jiménez, Blázquez, Núñez

Toros del Conde de la Maza (uno devuelto por inválido), desiguales de presencia, con trapío excepto 2º; éste y 6º inválidos; resto fuertes y bravucones. Y, sobrero, de Cortijoliva, inválido total. Pepín Jiménez: bajonazo descarado (ovación y salida al tercio); estocada ladeada (silencio). Víctor Manuel Blázquez: pinchazo hondo trasero descaradamente bajo a paso banderillas (silencio); bajonazo descarado (silencio). Rodolfo Núñez: estocada corta caída (silencio); cinco pinchazos -aviso con retraso- y dos des...

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Maza / Jiménez, Blázquez, Núñez

Toros del Conde de la Maza (uno devuelto por inválido), desiguales de presencia, con trapío excepto 2º; éste y 6º inválidos; resto fuertes y bravucones. Y, sobrero, de Cortijoliva, inválido total. Pepín Jiménez: bajonazo descarado (ovación y salida al tercio); estocada ladeada (silencio). Víctor Manuel Blázquez: pinchazo hondo trasero descaradamente bajo a paso banderillas (silencio); bajonazo descarado (silencio). Rodolfo Núñez: estocada corta caída (silencio); cinco pinchazos -aviso con retraso- y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 16 de junio. Menos de media entrada.

Para lo que se ve, esto es demasiado caro. La fiesta tiene unos precios prohibitivos. El kilo de toro sale a millón. Entiéndase, el kilo de toro entero y verdadero, el que anuncian y no aparece, salvo rara vez.La primera corrida postferia fue igual que las corridas de la feria, precios incluidos. Quizá un poquitín mejor. Quiere decirse, no tan mala. A fin de cuentas saltaron a la arena un par de toros que parecían toros y hubo toreros que pese a diversos altibajos y limitaciones varias supieron darles fiesta.

La diferencia mayor se notó en el público. La plaza estaba medio vacía: faltaban los isidros. No es que se les echara de menos. Los isidros tuvieron secuestrada la plaza un mes, pretendieron echar de ella a los aficionados, aplaudieron una mosca que pasara, los toros les traían sin cuidado y en cuanto se les acabó el abono hicieron mutis por el foro para nunca más volver.

Pues adiós muy buenas; que ustedes lo pasen bien.

Algunos volverán, pero eso será en mayo de 1997. Los isidros, ya se sabe: a la isidrada. Mientras, Las Ventas intentará recuperar la normalidad con los aficionados de siempre -los que mantienen la temporada, fieles a su afición y a su pasión-, junto a las masas de turistas que van, hacen fotos, sufren un rato y se marchan perplejos.

Los aficionados protestaron los toros inválidos sin que nadie les quisiera expulsar por tal motivo, ovacionaron los toros de trapío sin que les llamaran asesinos, corearon con olés el toreo bueno, interpretaron música de viento para el malo, y tenían toda la razón del mundo cuando se marcharon lamentando que algún toro se hubiera ido al desolladero sin torear.

Se infiere de lo apuntado que hubo toros y no toros, toreo y no toreo. La afirmación del toreo estuvo a cargo de Pepín Jiménez en su primera faena, torerísima al ejecutar los redondos abrochados con los pases de pecho o el molinete airoso, poco ajustada por la izquierdla pues ése era el lado menos mollar del toro y lo compensó prescindiendo del armazón del estoque para instrumentar con la derecha una última tanda de naturales. El cuarto, un ejemplar cuajado y cornalón, sacó genio y Pepín Jiménez no pudo con él. Hasta sufrió un par de desarmes.

Víctor Manuel Blázquez, uno de los mejores capoteros que pisan ruedo en el momento presente (cuando se lo dejan pisar, por cierto), lanceó bien al segundo, quitó por chicuelinas -al quinto le dio lances de frente por detrás valentísimos- e inició de rodillas la faena de muleta. Por dar distancia, apretó a correr hacia el tercio del 5 y, mientras así procedía, el toro tiró por la diagonal y se marchó a chiqueros.

Los toros, si mansos, pierden el celo en un suspiro y el de marras -que lo era a carta cabal- no lo volvió a recuperar pese a los denodados intentos del matador de darle derechazos. No supo ver Blázquez al toro manso segundo y al quinto no lo entendió. Ciñó un escalofriante ayudado por alto en el platillo, ligó una tanda de derechazos y ya no ligó nada más porque continuamente perdía terreno. Ése era el toro noble que se fue sin torear.

Los de Rodolfo Núñez se desplomaban con mirarlos y el fino diestro no logró lucir sus evidentes buenas maneras. Los toros inválidos son el cáncer de la fiesta. Dicen los taurinos que la invalidez de los toros es un misterio. Bueno, pues que bajen los precios.

Hasta que los taurinos no puedan garantizar la integridad de los toros, todo lo que sea poner los boletos a más de dos duros es una estafa. Y pase que estafen a los isidros -pues les da lo mismo- pero no a los aficionados; ni tampoco a los turistas, que son gente buena, sufrida y de una inocencia enternecedora.

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