Crítica:CLÁSICA - JUVENTUDES MUSICALES

Cristóbal Halffter y Martínez-Mehner

El último concierto extraordinario de Juventudes Musicales madrileñas estuvo confiado a Cristóbal Halffter y la Sinfónica de Madrid con la colaboración del pianista Claudio Martínez-Mehner (Bremen, 1970). Salvo la Fantasía sobre una sonoridad de Haendel, del propio Halffter, tan bella, bien realizada e interpretada como siempre que la dirige, el programa fue dedicado a Beethoven en dos de sus grandes y contrastadas partituras: el Concierto en mi bemol y la Sinfonía número 8 en fa mayor.Tenía la sesión, aparte los indudables atractivos a los que respondió masivamente el público, o...

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El último concierto extraordinario de Juventudes Musicales madrileñas estuvo confiado a Cristóbal Halffter y la Sinfónica de Madrid con la colaboración del pianista Claudio Martínez-Mehner (Bremen, 1970). Salvo la Fantasía sobre una sonoridad de Haendel, del propio Halffter, tan bella, bien realizada e interpretada como siempre que la dirige, el programa fue dedicado a Beethoven en dos de sus grandes y contrastadas partituras: el Concierto en mi bemol y la Sinfonía número 8 en fa mayor.Tenía la sesión, aparte los indudables atractivos a los que respondió masivamente el público, otro matiz: el de homenaje a Halffter, un músico que estuvo con Juventudes Musicales desde el primer momento y aún en su prehistoria de la Agrupación Musical Universitaria. Junto a Juventudes sigue dispuesto al consejo y la colaboración, como ahora.

Orquesta Sinfónica de Madrid

Director: Cristóbal Halffter; solista: Claudio Martínez-Mehner, pianista. Obras de Halffter y Beethoven. Auditorio Nacional. Madrid, 27 de marzo de 1996.

Recuerdo que cuando Claudio Martínez estudiaba en el. Instituto Alemán, Cristóbal me hizo formar parte del jurado en los pequeños concursos que el centro organizaba. El pianista era casi un niño y tocó de manera sorprendente.

Hoy, con sus 25 años, muchos galardones a la espalda y largos estudios, principalmente con Dimitri Bashkirov, Martínez-Mehner puede volar por sí mismo y clausurar definitivamente su periodo de discipulaje. Bien se advirtió en su concienzuda versión del gran concierto beethoveniano, enteramente dominado y expuesto con alto virtuosismo y gran estilo en unión de los sinfónicos y Halffter quien, como decía Jolivet, dejó que el solista asumiera la victoria como los matadores en las corridas de toros.

Luego, la Octava sinfonía tan unida como separada de la séptima Se trata, quizá de la última muestra de fidelidad a la herencia de Haydn que nos legara Beethoven, pero fidelidad interna llevada a cabo desde la evolución. El excelente músico que es Halffter entiende muy bien el espíritu de esta música y la puede realizar todavía mejor y con mayor detallismo y sosiego, así como con una más estrecha relación entre los tiempos. Mas su exposición fue viva, directa y ceñida al ánimo scherzante que preside todos los movimientos. El éxito fue grande para todos, tanto organizadores como intérpretes.

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