Encerrados sin pasillos

El pleno de constitución de las Cortes es una de las pocas ocasiones que tendrán los 350 diputados desde ayer con escaño de la VI legislatura del Congreso para permanecer en el interior del hemiciclo casi durante cuatro horas sin descansos, pasillos, corrillos periodísticos, tentempies en la cafetería o confesiones mutuas en las alfombradas salas adyacentes. Sólo se permitió abrir el cerrojo de las puertas para dar alivio a alguna inoportuna cistitis. Como el meollo de la sesión fueron las burocráticas votaciones individuales de todos y cada uno de los miembros de la Mesa, los parlamentarios m...

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El pleno de constitución de las Cortes es una de las pocas ocasiones que tendrán los 350 diputados desde ayer con escaño de la VI legislatura del Congreso para permanecer en el interior del hemiciclo casi durante cuatro horas sin descansos, pasillos, corrillos periodísticos, tentempies en la cafetería o confesiones mutuas en las alfombradas salas adyacentes. Sólo se permitió abrir el cerrojo de las puertas para dar alivio a alguna inoportuna cistitis. Como el meollo de la sesión fueron las burocráticas votaciones individuales de todos y cada uno de los miembros de la Mesa, los parlamentarios más experimentados acudieron avisados y pertrechados de todo tipo de provisiones, desde tabaco para consumir en los rellanos de las escaleras hasta periódicos, revistas y libros a leer en sus sillones.Así lo hizo José María Aznar, el candidato a la presidencia del Gobierno, que se parapetó entre las páginas de Habitaciones separadas, último Premio Nacional de Poesía. Otros diputados, como el popular Carlos Mantilla, número dos por Pontevedra, encontraron espacio para presumir -ante su periodista femenina esteta de cabecera- del modelo de chaqueta azul marino con dibujo de sobrehilos blancos estrenado para la ocasión. La corbata tampoco tenía ningún desperdicio.

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El pincho de tortilla de Pons

Félix Pons, mientras tanto, sí pudo aguardar el momento de traspasar los bártulos propios del presidente de la Cámara baja a Federico Trillo abordando su último pincho de tortilla con cerveza en la cafetería del Congreso. Y pagó una ronda a un grupo de periodistas.

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Trillo se hizo esperar porque la sesión se dilató para su deleite. Frotándose cuidadosamente las manos aguantó en su escaño hasta que pudo subir a lo más alto de la tribuna. Desde allí, alzó la vista para el tendido de invitados y cruzó miradas de satisfacción con su esposa, María José Molinuevo Gil de Vergara, y con varios familiares.

Los Trillo no fueron ayer los únicos que vivieron un gran día. Más de 100 parlamentarios se personaron en una brillante mañana madrileña por primera vez en el emblemático Congreso de la Carrera de San Jerónimo. Los nuevos tiempos y caras son un hecho. Tan sólo ocho diputados conservan la plaza desde 1977. Uno de los veteranos, Paco Vázquez, el alcalde socialista de La Coruña, le recordó ante los micrófonos de la cadena SER a su compañero José Manuel Caballero, el más joven, con 25 años, que cuando todo empezó cobraban 40.000 pesetas. Ahora, la nómina alcanza casi el medio millón al mes. Ha habido más cambios, desde luego. Y más que habrá. A los ministros socialistas en funciones, por ejemplo, se les liberó frenéticamente el paso de sus coches oficiales con escoltas hasta la misma verja de entrada. La cola de periodistas llegaba casi hasta los famosos leones y, claro, pasó Matilde Fernández, ex titular de Asuntos Sociales, y bromeó: "Cómo me gusta que para algo tengáis que esperar".

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