Reino Unido, un jarro de agua fría

La decisión comunitaria, de mantener el embargo de vacuno británico, cayó ayer como un jarro de agua fría sobre las esperanzas del Gobierno británico de recuperar la confianza de sus socios europeos. Anoche el primer ministro John Major reunió a su Gabinete para estudiar, en vísperas de la reunión de la Comisión Europea de hoy. Fuentes de la BBC especulaban anoche con la posibilidad de que el Ejecutivo decidiese sacrificar parte de la cabaña.En nombre del Ejecutivo, el ministro de Agricultura, Douglas Hogg, había declarado por la tarde que la decisión de Bruselas es "completamente desproporcio...

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La decisión comunitaria, de mantener el embargo de vacuno británico, cayó ayer como un jarro de agua fría sobre las esperanzas del Gobierno británico de recuperar la confianza de sus socios europeos. Anoche el primer ministro John Major reunió a su Gabinete para estudiar, en vísperas de la reunión de la Comisión Europea de hoy. Fuentes de la BBC especulaban anoche con la posibilidad de que el Ejecutivo decidiese sacrificar parte de la cabaña.En nombre del Ejecutivo, el ministro de Agricultura, Douglas Hogg, había declarado por la tarde que la decisión de Bruselas es "completamente desproporcionada".

Arrinconado desde todos los sectores, el Gobierno se había dedicado toda la jornada de ayer al contraataque culpando a la prensa y a la oposición laborista de haber provocado una histeria colectiva que amenaza con. destruir la industria cárnica nacional..

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Sin embargo, la ausencia de medidas concretas para paliar la crisis desatada tras la admisión oficial de que el mal de las vacas locas se ha transmitido a los humanos mereció ayer las críticas del propio sindicato de ganaderos. Su presidente, David Naish, pidió al Gobierno que se decida a sacrificar a las reses adultas, en un desesperado intento por restaurarla confianza de los consumidores y evitar así la bancarrota total. El Gobierno recibió presiones en el mismo sentido del líder del Partido Liberal Demócrata, Pacidy Ashdown.

El primer ministro, John Major, se atrincheró en el informe científico para reiterar en la Cámara de los Comunes que la "carne de vaca es segura" y, por tanto, no se necesitan más medidas para resolver el problema. Major no se movió un ápice de este punto frente a las críticas de incompetencia que le lanzó el líder laborista Tony Blair.

La reacción de miedo a que el consumo de carné entrañe riesgos de contraer la versión humana de la encefalopatía espongiforme bovina se ha extendido ya por toda Europa. El lunes por la noche, John Pattison, presidente de la comisión que asesora al Gobierno británico en esta materia, anunció la existencia de dos nuevos presuntos. casos de síndrome de Creutzfeldt-Jacob relacionados con el EBE. De los diez casos detectados hasta la semana pasada, ocho pacientes han fallecido.

El ministro de Sanidad, Stephen Dorrell, coincidió ayer con los titulares de algunos tabloides al señalar que el problema "no es que las vacas se hayan vuelto locas, sino que el mundo se ha vuelto loco". Es toda una metáfora del estado de ánimo patriótico del Ejecutivo británico, que ayer mantuvo una reunión especial para estudiar la crisis. Portavoces gubernamentales rechazaron, calificándola de "basura", la hipótesis barajada por la prensa y los líderes de la oposición laborista y liberal demócrata, según la cual el sacrificio de 4,5 millones de vacas había sido descartado por razones económicas.

La tesis más extendida es que la medida, favorecida por el ministro de Agricultura, fue enérgicamente rechazada por el ministro de Economía, Kenneth Clarke, recién llegado de unas vacaciones primaverales. El coste de la operación ha sido evaluado en torno a los 3.500 millones de libras.

Ayer, British Airways, la compañía aérea británica, optó por plegarse a la presión de sus clientes y retiró la carne de vaca de sus menús a bordo.

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