Tribuna:

Setze jutges

Durante la Guerra de Sucesión, en 1714, que originó la abolición de los fueros con el decreto de Nueva Planta de Felipe V, los catalanes que participaban en las guerrillas se servían de un santo y sena para desenmascarar a los impostores. A cualquier sospechoso que se hiciera pasar por natural del país y amigo de la causa, le obligaban a recitar este trabalenguas: "Setze jutges d'un jutjat mengen fetge d'un penjat". Repítalo, le decían, encañonándolo con el mosquete. Si el prisionero no sabía recitar esa frase de corrido y sin acento castellano lo tenían por espía y a continuación lo fusilaban...

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Durante la Guerra de Sucesión, en 1714, que originó la abolición de los fueros con el decreto de Nueva Planta de Felipe V, los catalanes que participaban en las guerrillas se servían de un santo y sena para desenmascarar a los impostores. A cualquier sospechoso que se hiciera pasar por natural del país y amigo de la causa, le obligaban a recitar este trabalenguas: "Setze jutges d'un jutjat mengen fetge d'un penjat". Repítalo, le decían, encañonándolo con el mosquete. Si el prisionero no sabía recitar esa frase de corrido y sin acento castellano lo tenían por espía y a continuación lo fusilaban. Esta estratagema ya había funcionado en la revuelta dels Segadors, en el siglo XVII. Ambas guerras fueron perdidas, pero los catalanes extrajeron de ellas su himno y su día patrio. La derecha nacional ha monopolizado durante siglos el concepto de España. Lo ha utilizado como una unidad sagrada, pero después de muchos años de desprecio mutuo hoy la derecha nacional se halla en inmejorables condiciones para entender de una vez que la palabra España sólo es una forma de flato, si no se comparten sus intereses con los catalanes. De momento, Aznar ya sabe decir "bona nit". No es suficiente. En este trasiego de la derecha con los nacionalistas catalanes se ve a muchos conversos e impostores emboscados detrás de una sonrisa forzada yendo y viniendo en el puente aéreo en busca de un trozo de longaniza. Por fin, los españoles de barba y golilla van a saber que el trato político es una de las bellas artes. La crearon los fenicios, los mismos que inventaron el alfabeto y la libertad. Pero antes de pactar, Jordi Pujol debería obligar al señor Aznar a recitar en iodos los telediarios el "setze jutges" como un juramento y no creería en su buena fe hasta que no lo repitiera sin acento de Valladolid. Este trabalenguas en castellano significa: "Dieciséis jueces de un juzgado comen hígado de un ahorcado". En el idioma de Garcilaso esta verdad podría servir para que juraran también los miembros del Consejo General del Poder Judicial.

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